Tengo
mis estatuas. Los siglos me las legaron: los siglos de mi expectativa, los
siglos de mis desalientos, los siglos de mi indefinida, de mi inextinguible
esperanza las hicieron. Y ahora están allí. Como
antiguos vestigios, apenas si alguna vez comprendo el sentido de lo que
representan. Su
origen me es desconocido y se pierde en la noche de mi vida, donde sólo sus
formas han sido preservadas del inexorable barrido. Pero
están allí, y cada año su mármol se endurece más, blanco contra el fondo oscuro
de las masas olvidadas.
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