No os dejéis amedrentar. La palabra yo es tan fundamental y primordial,
tan llena de la realidad más palpable y por tanto la más honesta, tan infalible
como guía y tan severa como criterio, que, en lugar de despreciarla, deberíamos
caer ante ella de rodillas. Pienso que más bien no he llegado todavía a ser
suficientemente fanático en mi preocupación por mí mismo, y que --por miedo a
los demás-- no he sabido dedicarme a esta tarea vocacional con consecuencia lo
bastante categórica ni he sabido empujarla suficientemente adelante. Yo soy mi
problema más importante y posiblemente el único: el único de todos mis héroes
que realmente me interesa.
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