Amor mío,
no te quiero por vos ni por mí ni por los dos juntos, no te quiero porque la
sangre me llame a quererte, te quiero porque no sos mía, porque estás del otro
lado, ahí donde me invitás a saltar y no puedo dar el salto, porque en lo más
profundo de la posesión no estás en mí, no te alcanzo, no paso de tu cuerpo, de
tu risa, hay horas en que me atormenta que me ames (cómo te gusta usar el verbo
amar, con qué cursilería lo vas dejando caer sobre los platos y las sábanas y
los autobuses), me atormenta tu amor que no me sirve de puente porque un puente
no se sostiene de un solo lado, jamás Wright ni Le Corbusier van a hacer un
puente sostenido de un solo lado, y no me mires con esos ojos de pájaro, para
vos la operación del amor es tan sencilla, te curarás antes que yo y eso que me
querés como yo no te quiero. Claro que te curarás, porque vivís en la salud,
después de mí será cualquier otro, eso se cambia como los corpiños. Tan triste
oyendo al cínico Horacio que quiere un amor pasaporte, amor pasamontañas, amor
llave, amor revólver, amor que le dé los mil ojos de Argos, la ubicuidad, el
silencio desde donde la música es posible, la raíz desde donde se podría
empezar a tejer una lengua. Y es tonto porque todo eso duerme un poco en vos,
no habría más que sumergirte en un vaso de agua como una flor japonesa y poco a
poco empezarían a brotar los pétalos coloreados, se hincharían las formas
combadas, crecería la hermosura. Dadora de infinito, yo no sé tomar,
perdoname.
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