EL DESEO DE LA PALABRA
La noche, de nuevo la noche, la magistral sapiencia de lo oscuro, el
cálido roce de la muerte, un instante de éxtasis para mí, heredera de todo
jardín prohibido.
Pasos y voces del lado sombrío del jardín. Risas en el interior de las
paredes. No vayas a creer que están vivos. No vayas a creer que no están vivos.
En cualquier momento la fisura en la pared y el súbito desbandarse de las niñas
que fui.
Caen niñas de papel de variados colores. ¿Hablan los colores? ¿Hablan
las imágenes de papel? Solamente hablan las doradas y de ésas no hay ninguna
por aquí.
Voy entre muros que se acercan, que se juntan. Toda la noche hasta la
aurora salmodiaba: Si no vino es porque no vino. Pregunto. ¿A quién? Dice que
pregunta, quiere saber a quién pregunta. Tú ya no hablas con nadie. Extranjera
a muerte está muriéndose. Otro es el lenguaje de los agonizantes.
He malgastado el don de transfigurar a los prohibidos (los siento
respirar adentro de las paredes). Imposible narrar mi día, mi vía. Pero
contempla absolutamente sola la desnudez de estos muros. Ninguna flor crece ni
crecerá del milagro. A pan y agua toda la vida.
En la cima de la alegría he declarado acerca de una música jamás oída.
¿Y qué? Ojalá pudiera vivir solamente en éxtasis, haciendo el cuerpo del poema
con mi cuerpo, rescatando cada frase con mis días y con mis semanas,
infundiéndole al poema mi soplo a medida que cada letra de cada palabra haya
sido sacrificada en las ceremonias del vivir.
LA PALABRA DEL DESEO
Esta espectral textura de la oscuridad, esta melodía en los huesos,
este soplo de silencios diversos, este ir abajo por abajo, esta galería oscura,
oscura, este hundirse sin hundirse.
¿Qué estoy diciendo? Está oscuro y quiero entrar. No sé qué más decir.
(Yo no quiero decir, yo quiero entrar.) El dolor en los huesos, el lenguaje
roto a palabras, poco a poco reconstituir el diagrama de la irrealidad.
Posesiones no tengo (esto es seguro; al fin algo seguro). Luego una
melodía. Es una melodía plañidera, una luz lila, una inminencia sin
destinatario. Veo la melodía. Presencia de una luz anaranjada. Sin tu mirada no
voy a saber vivir, también esto es seguro. Te suscito, te resucito. Y me dijo
que saliera al viento y fuera de casa en casa preguntando si estaba.
Paso desnuda con un cirio en la mano, castillo frío, jardín de las
delicias. La soledad no es estar parada en el muelle, a la madrugada, mirando el
agua con avidez. La soledad es no poder decirla por no poder circundarla por no
poder darle un rostro por no poder hacerla sinónimo de un paisaje. La soledad
sería esta melodía rota de mis frases.
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