How do you teach performance? It seems impossible. And we
know that something you don't teach is charisma. You can't teach energy. You can't
teach energy. This experience, the experience of releasing energy in that way,
it can only be reached if you go to the ocean, if you go to volcanos, if you go
to the top of the mountains, if you go to nature or to people who have ancient
knowledge. Teaching is like cleaning the ground in the Autumn. The moment you
succeed to clean the ground, the leaves are back. But you have to trust your
master if they say you must clean the ground. For performance, the collapse of
the rational mind is very important. Sleeping, standing, walking or doing
whatever it is, or even doing nothing, it seems like the work of a crazy
person. Doing this for five minutes can be ok, but imagine doing this for two
months. That learning can't be done from a book, you have to do it yourself. The
artist affects the molecules of the air around them in long durational works.
Those molecules touch the public. That's a miracle. Face the fear, overcome the
fear. There's a key to creation: Never grow up. Never miss the child attitude.
Be curious. Don't repeat yourself.
Every phrase and every sentence is an end and a beginning.
Every poem an epitaph.
/ T.S.Eliot /
domingo, 26 de abril de 2015
- Julio Cortázar -
Se puede partir de cualquier cosa, una caja de fósforos, un
golpe de viento en el tejado, el estudio número 3 de Scriabin, un grito allá
abajo en la calle, esa foto del Newsweek, el cuento del gato con botas, el
riesgo está en eso, en que se puede partir de cualquier cosa, pero después,
después hay que llegar, no se sabe bien a qué, pero llegar, llegar no se sabe
bien a qué, y el riesgo está en que en una hora final descubras que caminaste
volaste corriste reptaste quisiste esperaste luchaste y entonces, entre tus
manos tendidas en el esfuerzo último, un premio literario, o una mujer biliosa
o un hombre lleno de departamentos y de caspa en vez del pez, en vez del
pájaro, en vez de una respuesta con fragancia de helechos mojados, pelo crespo
de un niño, hocico de cachorro o simplemente un sentimiento de reunión, de
amigos en torno al fuego, de un tango que sin énfasis resume la suma de los
actos, la pobre hermosa saga de ser hombre. No hay discurso del método,
hermano, todos los mapas mienten salvo el del corazón, pero dónde está el norte
en este corazón vuelto a los rumbos de la vida, dónde el oeste, dónde el sur.
Dónde está el sur en este corazón golpeado por la muerte, debatiéndose entre
perros de uniforme y horarios de oficina, entre amores de interregno y duelos
despedidos por tarjeta, dónde está la autopista que lleve a un Katmandú sin
cáñamo, a un Shangri-La sin pactos de renuncia, dónde está el sur libre de
hienas, el viento de la costa sin cenizas de uranio, de nada te valdrá mirar en
torno, no hay dónde ahí afuera, apenas esos dóndes que te inventan con
plexiglás y Guía Azul. El dónde es un pez secreto, el dónde es eso que en plena
noche te sume en la maraña turbia de las pesadillas donde (donde del dónde)
acaso un amigo muerto o una mujer perdida al otro lado de canales y de nieblas
te inducen lentamente a la peor de las abominaciones, a la traición o a la
renuncia, y cuando brotas de ese pantano viscoso con un grito que te tira de
este lado, el dónde estaba ahí, había estado ahí en su contrapartida absoluta
para mostrarte el camino, para orientar esa mano que ahora solamente buscará un
vaso de agua y un calmante, porque el dónde está aquí y el sur es esto, el mapa
con las rutas en ese temblor de náusea que te sube hasta la garganta, mapa del
corazón tan pocas veces escuchado, punto de partida que es llegada. Y en la vigilia está también el sur del corazón, agobiado de
teléfonos y primeras planas, encharcado en lo cotidiano. Quisieras irte,
quisieras correr, sabes que se puede partir de cualquier cosa, de una caja de
fósforos, de un golpe de viento en el tejado, del estudio número 3 de Scriabin,
para llegar no sabes bien a qué, pero llegar. Entonces, mira, a veces una
muchacha parte en bicicleta, la ves de espaldas alejándose por un camino (¿la
Gran Vía, King´s Road, la Avenue de Wagran, un sendero entre álamos, un paso
entre colinas?), hermosa y joven la ves de espaldas yéndose, más pequeña ya,
resbalando en la tercera dimensión y yéndose, y te preguntas si llegará, si
salió para llegar, si salió porque quería llegar, y tienes miedo como siempre
has tenido miedo por ti mismo, la ves irse tan frágil y blanca en una bicicleta
de humo, te gustaría estar con ella, alcanzarla en algún recodo y apoyar una
mano en el manubrio y decir que también tú has salido, que también tú quieres
llegar al sur, y sentirte por fin acompañado porque la estás acompañando, larga
será la etapa pero allí en lo alto el aire es limpio y no hay papeles y latas
en el suelo, hacia el fondo del valle se dibujará por la mañana el ojo celeste
de un lago. Sí, también eso lo sueñas despierto en tu oficina o en la cárcel,
mientras te aplauden en un escenario o una cátedra, bruscamente ves el rumbo
posible, ves la chica yéndose en su bicicleta o el marinero con su bolsa al
hombro, entonces es cierto, entonces hay gente que se va, que parte para
llegar, y es como un azote de palomas que te pasa por la cara, por qué no tú,
hay tantas bicicletas, tantas bolsas de viaje, las puertas de la ciudad están
abiertas todavía, y escondes la cabeza en la almohada, acaso lloras. Porque,
son cosas que se saben: la ruta del sur lleva a la muerte. Allá, como la vio un
poeta, vestida de almirante espera, o vestida de sátrapa o de bruja, la muerte
coronel o general espera sin apuro, gentil, porque nadie se apura en los aeródromos,
no hay cadalsos ni piras, nadie redobla los tambores para anunciar la pena,
nadie venda los ojos de los reos ni hay sacerdotes que le den a besar el
crucifijo a la mujer atada a la estaca, eso no es ni siquiera Ruán y no es
Sing-Sing, no es la Santè, allá la muerte espera disfrazada de nadie, allá
nadie es culpable de la muerte y la violencia es una vacua acusación de
subversivos contra la disciplina y la tranquilidad del reino, allá es tierra de
paz, de conferencias internacionales, copas de fútbol, ni siquiera los niños
revelarán que el rey marcha desnudo en los desfiles, los diarios hablarán de la
muerte cuando la sepan lejos, cuando se pueda hablar de quienes mueren a diez
mil kilómetros, entonces sí hablarán, los télex y las fotos hablarán sin
mordaza, mostrarán cómo el mundo es una morgue maloliente mientras el trigo y
el ganado, mientras la paz del sur, mientras la civilización cristiana. Cosas
que acaso sabe la muchacha perdiéndose a lo lejos, ya inasible silueta en el
crepúsculo, y quisieras estar y preguntarle, estar con ella, estar seguro de
que sabe, pero cómo alcanzarla cuando el horizonte es una sola línea roja ante
la noche, cuando en cada encrucijada hay múltiples opciones engañosas y ni
siquiera una esfinge para hacerte las preguntas rituales. ¿Habrá llegado al
sur? ¿La alcanzarás un día? Nosotros, ¿llegaremos? (Se puede partir de
cualquier cosa, una caja de fósforos, una lista de desaparecidos, un viento en
el tejado) ¿Llegaremos un día? Ella partió en su bicicleta, la viste a la
distancia, no volvió la cabeza, no se apartó del rumbo. Acaso entró en el sur,
lo vio sucio y golpeado en cuarteles y calles pero sur, esperanza de sur, sur
esperanza. ¿Estará sola ahora, estará hablando con gente como ella?, ¿mirarán a
lo lejos por si otras bicicletas apuntaran filosas? (un grito allá abajo en la
calle, esa foto del Newsweek) ¿Llegaremos un día?
lunes, 20 de abril de 2015
- Juan Gelman - El Atado -
Escribir sin contar es como vivir sin vida. Las palabras
serán inocentes, pero no su relación. El contador traza una columna del 'debe'
y otra del 'haber' y en la última anota los silencios que supo conseguir. Con
las caras de una palabra quisiera hacer piedras y mirarlas todas hasta el fin
de mis días. Esas caras siempre tienen otras fugitivas de la boca. Morder la
piedra, entonces, es la tarea del poeta, hasta que sangren las encías de la
noche. En esa noche navegará sin rumbo fijo, desconfiado de todo, en especial
de sí, mirando espejos que cantan como sirenas que no existen. El poeta se
atará al palo mayor de su ignorancia para no caer en sí mismo, sino en otro
país de aventura mayor, muerto de miedo y vivo de esperanza. Sólo el dolor lo
unirá muertovivo al vacío lleno de rostros y verá que ninguno es el suyo. Y
todos serán libres.
miércoles, 15 de abril de 2015
- Fernando Pessoa - Libro del Desasosiego -
Vivir es ser otro. Ni sentir es posible si hoy se siente como ayer se sintió: sentir hoy lo mismo que ayer no es sentir: es recordar hoy lo que se sintió ayer, ser hoy el cadáver vivo de lo que ayer fue la vida perdida. Apagarlo todo en el cuadro de un día para otro, ser nuevo con cada nueva madrugada, en una revirginidad perpetua de la emoción: esto, y sólo esto, vale la pena ser o tener, para ser o tener lo que imperfectamente somos. Esta madrugada es la primera del mundo.
martes, 7 de abril de 2015
- John Steinbeck - IN AWE OF WORDS -
A man who writes a story is forced to put into it the best
of his knowledge and the best of his feeling. The discipline of the written
word punishes both stupidity and dishonesty. A writer lives in awe of words for
they can be cruel or kind, and they can change their meanings right in front of
you. They pick up flavors and odors like butter in a refrigerator. Of course,
there are dishonest writers who go on for a little while, but not for long—not
for long. A writer out of loneliness is trying to communicate like a distant
star sending signals. He isn’t telling or teaching or ordering. Rather he seeks
to establish a relationship of meaning, of feeling, of observing. We are
lonesome animals. We spend all life trying to be less lonesome. One of our
ancient methods is to tell a story begging the listener to say—and to feel.
“Yes, that’s the way it is, or at least that’s the way I feel it. You’re not as
alone as you thought”. Of course a writer rearranges life, shortens time
intervals, sharpens events, and devises beginnings, middles and ends. We do
have curtains—in a day, morning, noon and night, in a man, birth, growth and
death. These are curtain rise and curtain fall, but the story goes on and
nothing finishes. To finish is sadness to a writer—a little death. He puts the
last word down and it is done. But it isn’t really done. The story goes on and
leaves the writer behind, for no story is ever done.
jueves, 2 de abril de 2015
- Why Trust Is Worth It -
“Alya and Gael have to trust each other. As acrobats in
Cirque Du Soleil, they sometimes literally put their lives in someone else’s
hands. Trust is a confusing thing, it seems so simple but when you try to pin
it down it can be allusive. I think of the way that my body sits on a surface
that’s new to me, unknown, and how my muscles remain tight, anticipating
anything and I’m constantly aware of that surface. Over time, with familiarity,
I can relax and start to lean back. For many of us, that initial tension exists
so much of the time. We expend so much energy watching and calculating, trying
to predict, reading signals in people, ready for anything to change suddenly,
preparing to be disappointed. So much energy spent. We talk about trust as
something we build, as if it’s a structure or a thing; but in that building
there seems to be something about letting go. And what it affords us is a luxury. It allows us to stop
thinking, to stop worrying that someone won’t catch us if we fall, to stop
constantly scanning for inconsistencies, to stop wondering how other people act
when they’re not in our presence. It allows us to relax a part of our minds, so
that we can focus on what’s in front of us, and that’s why it’s such a tragedy
when it’s broken. A betrayal can make you think of all the other betrayals that
are waiting for you and things you haven’t thought of and people you rely on.
And you can feel yourself tightening up, bracing; and in the worst cases, you
might resolve to trust no one. But that doesn’t really work. Trust is your
relationship to the unknown, what you can’t control. And you can’t control
everything. And it’s not all or none. It’s a slow and steady practice of
learning about the capacity of the world. And it’s worth it to keep trying. And
it’s not easy. Alya says that trust is like a fork --not one way, but many
ways: physical, emotional, and maybe something else. I almost imagine trust as
these invisible hands that we stretch out into the world, looking for someone
to hold onto as we walk into the unknown future. Alya and Gael began practicing
together as friends and now they are a couple. It took time. So who do you
trust and how can you grow it?”
miércoles, 1 de abril de 2015
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