Está solo. Y desde el momento en que empieza a respirar
no está en ningún sitio. Muerte plural, nacida
en las mandíbulas de lo singular,
y la palabra que construiría un muro
desde la piedra más interna
de la vida.
Pues él no es ninguna de las cosas
de las que habla,
y a pesar de sí mismo,
dice yo, como si empezara también
a vivir en todos los otros
que no son. Pues la ciudad es ingente,
y la boca no sufre
ningún escape
que no devore la palabra
de uno mismo.
Por tanto, están los muchos,
y todas estas muchas vidas
talladas en las piedras
de un muro,
y aquel que fuera a respirar
sabrá que no hay más sitio adonde ir
que aquí.
Por tanto, empieza de nuevo,
como si fuera a respirar
por última vez.
Pues no hay más tiempo. Y es el final del tiempo
lo que empieza.
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