El mortal torbellino que une la vida y la muerte más allá
del tiempo y de la eternidad. Es imposible descubrir ese misterioso dónde,
situado fuera del tiempo y de la eternidad, pero el alma se eleva de las llamas
postreras hacia una pradera incendiaria. Morimos y vivimos en un místico
noviazgo con la soledad. ¿Qué demonio del ser y del no ser nos arranca de todas
las cosas para llevarnos a un todo donde la vida y la muerte levantan bóvedas a
un suspiro? Desde ahora en adelante subirás por el éxtasis de las espirales de
un mundo que deja tras de sí la nada y otros cielos, en el espacio que alberga
la soledad, un espacio tan puro que también la nada lo mancha. ¿Dónde, dónde?
¿Es que no sientes una brisa como el sueño inocente de la espuma? ¿No respiras
el paraíso creado por la utopía de una rosa? Así tiene que ser el recuerdo de
la nada en una flor marchitada en Dios.
2 comentarios:
sublime Cioran.
un abrazo.
David,
Definitivamente, nadie como Émile Cioran.
Te agradezco por escribirme.
Cariños.
V.
Publicar un comentario