La palabra deseada, la que se hará dulcemente entrar en el viento. Yo yo, filóloga inerte, miro izarse a la deseada, virgen innombrablemente mágica en mi cerebro primitivo. Tal vez quise decir no, tal vez quise decir sí, tal vez dije no porque el sí se acopló al viento.
Y he sufrido con las palabras de hierro, con las palabras de madera, con las palabras de una materia excepcionalmente dura e imposible. Con mis ojos lúbricos he pulsado las distancias para que mi boca y las palabras se unieran furiosamente.
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