Hallarse en un agujero, en el fondo de un agujero, en una soledad casi
total y descubrir que sólo la escritura te salvará. No tener ningún argumento
para el libro, ninguna idea de libro es encontrarse, volver a encontrarse,
delante de un libro. Una inmensidad vacía. Un libro posible. Delante de nada.
Delante de algo así como una escritura viva y desnuda, como terrible, terrible
de superar. Creo que la persona que escribe no tiene idea respecto al libro,
que tiene las manos vacías, la cabeza vacía, y que, de esa aventura del libro,
sólo conoce la escritura seca y desnuda, sin futuro, sin eco, lejana, con sus
reglas de oro, elementales: la ortografía, el sentido.
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