Every phrase and every sentence is an end and a beginning.

Every poem an epitaph.

/ T.S.Eliot /


miércoles, 29 de julio de 2009

- Émile Cioran - El Sinsentido del Devenir -



En la tranquilidad de la contemplación, cuando soportamos el peso de la eternidad, cuando oímos el tic-tac de un reloj o el latido de los segundos, ¿cómo no sentir la inanidad del progreso en el tiempo y el sinsentido del devenir? ¿Para qué ir más lejos, para qué continuar? La revelación súbita del tiempo, que le confiere una preeminencia abrumadora que no posee generalmente, es el fruto de un asco hacia la vida y de la incapacidad de proseguir la misma farsa. Cuando esta revelación se produce por la noche, la absurdidad de las horas que pasan va acompañada de una sensación de soledad aniquiladora, pues --alejados del mundo y de los seres humanos-- nos encontramos solos frente al tiempo, en una irreductible relación de dualidad. En pleno abandono nocturno, el tiempo no se halla ya, en efecto, poblado de actos y de objetos: evoca por el contrario una nada que crece, un vacío en plena dilatación, semejante a una amenaza del más allá. En el silencio de la contemplación se oye entonces un sonido lúgubre e insistente, como un gong en un universo difunto. Ese drama sólo lo experimenta quien ha disociado existencia y tiempo: huyendo de la primera se halla abrumado por el segundo. Y siente el avance del tiempo dentro de sí mismo como el avance de la muerte.

sábado, 25 de julio de 2009

miércoles, 22 de julio de 2009

- Federico García Lorca -


Yo pronuncio tu nombre
en las noches oscuras,
cuando vienen los astros
a beber en la luna
y duermen los ramajes
de las frondas ocultas.
Y yo me siento hueco
de pasión y de música.
Loco reloj que canta
muertas horas antiguas.

Yo pronuncio tu nombre,
en esta noche oscura,
y tu nombre me suena
más lejano que nunca.
Más lejano que todas las estrellas
y más doliente que la mansa lluvia.

¿Te querré como entonces
alguna vez? ¿Qué culpa
tiene mi corazón?
Si la niebla se esfuma,
¿qué otra pasión me espera?
¿Será tranquila y pura?
¡Si mis dedos pudieran
deshojar a la luna!

domingo, 19 de julio de 2009

- Frédéric Chopin -

Frédéric Chopin
Piano Concerto No. 1
Piano: Arthur Rubinstein









- Jorge Luis Borges - Poema de los Dones -


Nadie rebaje a lágrima o reproche
esta declaración de la maestría
de Dios, que con magnífica ironía
me dio a la vez los libros y la noche.

De esta ciudad de libros hizo dueños
a unos ojos sin luz, que sólo pueden
leer en las bibliotecas de los sueños
los insensatos párrafos que ceden

las albas a su afán. En vano el día
les prodiga sus libros infinitos,
arduos como los arduos manuscritos
que perecieron en Alejandría.

De hambre y de sed (narra una historia griega)
muere un rey entre fuentes y jardines;
yo fatigo sin rumbo los confines
de esta alta y honda biblioteca ciega.

Enciclopedias, atlas, el Oriente
y el Occidente, siglos, dinastías,
símbolos, cosmos y cosmogonías
brindan los muros, pero inútilmente.

Lento en mi sombra, la penumbra hueca
exploro con el báculo indeciso,
yo, que me figuraba el Paraíso
bajo la especie de una biblioteca.

Algo, que ciertamente no se nombra
con la palabra azar, rige estas cosas;
otro ya recibió en otras borrosas
tardes los muchos libros y la sombra.

Al errar por las lentas galerías
suelo sentir con vago horror sagrado
que soy el otro, el muerto, que habrá dado
los mismos pasos en los mismos días.

¿Cuál de los dos escribe este poema
de un yo plural y de una sola sombra?
¿Qué importa la palabra que me nombra
si es indiviso y uno el anatema?

Groussac o Borges, miro este querido
mundo que se deforma y que se apaga
en una pálida ceniza vaga
que se parece al sueño y al olvido.

sábado, 11 de julio de 2009

- Jacques Prévert - Las Hojas Muertas/Les Feuilles Mortes -



¡Oh! me gustaría tanto que recordaras,
Los días felices cuando éramos amigos,
En aquel tiempo la vida era más hermosa,
Y el sol brillaba más que hoy.
Las hojas muertas se recogen con un rastrillo,
¿Ves? No lo he olvidado.
Las hojas muertas se recogen con un rastrillo,
Los recuerdos y las penas, también.
Y el viento del norte se las lleva,
En la noche fría del olvido.
¿Ves? No he olvidado
La canción que tú me cantabas.

Es una canción que nos acerca,
Tú me amabas y yo te amaba.
Vivíamos juntos,
Tú, que me amabas, y yo, que te amaba.
Pero la vida separa a aquellos que se aman,
Silenciosamente sin hacer ruido.
Y el mar borra sobre la arena,
El paso de los amantes que se separan.

Las hojas muertas se recogen con un rastrillo,
Los recuerdos y las penas, también.
Pero mi amor, silencioso y fiel
Siempre sonríe y le agradece a la vida.
Yo te amaba, y eras tan linda.
¿Cómo crees que podría olvidarte?
En aquel tiempo la vida era más hermosa
Y el sol brillaba más que hoy.
Eras mi más dulce amiga,
Mas no tengo sino recuerdos
Y la canción que tú me cantabas,
¡Siempre, siempre la recordaré!


Oh! je voudrais tant que tu te souviennes,
Des jours heureux où nous étions amis,
En ce temps-là, la vie était plus belle,
Et le soleil plus brûlant qu'aujourd'hui.
Les feuilles mortes se ramassent à la pelle,
Tu vois, je n'ai pas oublié.
Les feuilles mortes se ramassent à la pelle,
Les souvenirs et les regrets aussi.
Et le vent du Nord les emporte,
Dans la nuit froide de l'oubli.
Tu vois, je n'ai pas oublié
La chanson que tu me chantais.

C'est une chanson qui nous ressemble,
Toi qui m'aimais, moi qui t'aimais.
Nous vivions tous les deux ensemble,
Toi qui m'aimais, moi qui t'aimais.
Mais la vie sépare ceux qui s'aiment,
Tout doucement sans faire de bruit.
Et la mer efface sur le sable,
Les pas des amants désunis.

Les feuilles mortes se ramassent à la pelle,
Les souvenirs et les regrets aussi.
Mais mon amour silencieux et fidèle
Sourit toujours et remercie la vie.
Je t'aimais tant, tu étais si jolie.
Comment veux-tu que je t'oublie?
En ce temps-là, la vie était plus belle
Et le soleil plus brûlant qu'aujourd'hui.
Tu étais ma plus douce amie
Mais je n'ai que faire des regrets
Et la chanson que tu chantais,
Toujours, toujours je l'entendrai!

- Nebulae -

viernes, 10 de julio de 2009

- Franz Kafka -


Mis dos manos empezaron a pelearse. Cerraron el libro que yo había estado leyendo y lo echaron a un lado, para que no estorbase. A mí me saludaron protocolarmente y me nombraron árbitro. Y sin más demora empezaron a entrelazar los dedos y a perseguirse al borde de la mesa, ahora hacia la derecha, ahora hacia la izquierda, según cuál de las dos hiciera más fuerza. Yo no les quitaba la vista de encima. Si son mis manos, tengo que juzgar con ecuanimidad, pues de otro modo sería yo mismo quien habría de cargar con el peso de un dictamen erróneo. Pero mi misión no es fácil; en lo oscuro, entre las palmas de las manos, se aplican una serie de trucos que no puedo pasar por alto, por eso aprieto la barbilla contra la mesa, y ahora no se me escapa nada. Durante toda mi vida he privilegiado a mi mano derecha, sin por ello tener nada en contra de la izquierda. Si la izquierda se hubiera quejado alguna vez, yo, que soy condescendiente y justo, de inmediato habría puesto fin al abuso. Pero ella nunca decía nada, se limitaba a colgar de mí, y mientras la derecha, por ejemplo, levantaba mi sombrero, la izquierda tanteaba temerosa mi muslo. Ésa no fue una buena preparación para la lucha que está teniendo lugar ahora. Muñeca izquierda, ¿cuánto tiempo vas a poder resistir los duros embates de la derecha? ¿Cómo van a liberarse tus dedos de muchacha de la presa de los otros cinco? Esto ya no me parece una pelea, sino el fin de mi mano izquierda. Ya está arrinconada en el rincón izquierdo de la mesa, mientras la derecha se menea sin parar de arriba abajo sobre ella, como un émbolo. Si a la vista de esta situación desesperada no me viniese a la mente la idea salvadora de que son mis propias manos las que están luchando, y que puedo separarlas con un leve tirón, poniendo fin así a la pelea y al dolor, si no me viniese a la mente esa idea, la izquierda acabaría arrancada de la muñeca y arrojada fuera de la mesa, y quizás luego la derecha, en el desenfreno de la victoria, saltaría sobre mi rostro atento como el infernal perro de cinco cabezas. En lugar de eso, las dos reposan ahora la una sobre la otra, la derecha acaricia el dorso de la izquierda, y yo, árbitro deshonesto, expreso mi conformidad asintiendo con la cabeza.

- Luis Cernuda - No Decía Palabras -


No decía palabras,
acercaba tan sólo un cuerpo interrogante,
porque ignoraba que el deseo es una pregunta
cuya respuesta no existe,
una hoja cuya rama no existe,
un mundo cuyo cielo no existe.

La angustia se abre paso entre los huesos,
remonta por las venas
hasta abrirse en la piel,
surtidores de sueño
hechos carne en interrogación vuelta a las nubes.

Un roce al paso,
una mirada fugaz entre las sombras,
bastan para que el cuerpo se abra en dos,
ávido de recibir en sí mismo
otro cuerpo que sueñe;
mitad y mitad, sueño y sueño, carne y carne,
iguales en figura, iguales en amor, iguales en deseo.
Aunque sólo sea una esperanza
porque el deseo es pregunta cuya respuesta nadie sabe.

- José Martí -


Hijo:
Espantado de todo, me refugio en ti.
Tengo fe en el mejoramiento humano, en la vida futura, en la utilidad de la virtud, y en ti.
Si alguien te dice que estas páginas se parecen a otras páginas, diles que te amo demasiado para profanarte así. Tal como aquí te pinto, tal te han visto mis ojos. Con esos arreos de gala te me has aparecido. Cuando he cesado de verte en una forma, he cesado de pintarte. Esos riachuelos han pasado por mi corazón.
¡Lleguen al tuyo!

jueves, 9 de julio de 2009

- Ítalo Calvino - Las Ciudades Invisibles -


El infierno de los vivos no es algo que será; hay uno, es aquél que existe ya aquí, el infierno que habitamos todos los días, que formamos estando juntos. Dos maneras hay de no sufrirlo. La primera es fácil para muchos: aceptar el infierno y volverse parte de él hasta el punto de no verlo más. La segunda es peligrosa y exige atención y aprendizaje continuos: buscar y saber reconocer quién y qué, en medio del infierno, no es infierno, y hacerlo durar, y darle espacio.

sábado, 4 de julio de 2009

- Miguel Hernández - Antes del Odio -


Beso soy, sombra con sombra.
Beso, dolor con dolor,
por haberme enamorado,
corazón sin corazón,
de las cosas, del aliento
sin sombra de la creación.
Sed con agua en la distancia,
pero sed alrededor.

Corazón en una copa
donde me la bebo yo,
y no se lo bebe nadie,
nadie sabe su sabor.
Odio, vida: ¡cuánto odio
sólo por amor!

No es posible acariciarte
con las manos que me dio
el fuego de más deseo,
el ansia de más ardor.
Varias alas, varios vuelos
abaten en ellas hoy
hierros que cercan las venas
y las muerden con rencor.
Por amor, vida, abatido,
pájaro sin remisión.
Sólo por amor odiado,
sólo por amor.

Amor, tu bóveda arriba
y yo abajo siempre, amor,
sin otra luz que estas ansias,
sin otra iluminación.
Mírame aquí encadenado,
escupido, sin calor
a los pies de la tiniebla
más súbita, más feroz,
comiendo pan y cuchillo
como buen trabajador
y a veces cuchillo sólo,
sólo por amor.

Todo lo que significa
golondrinas, ascensión,
claridad, anchura, aire,
decidido espacio, sol,
horizonte aleteante,
sepultado en un rincón.
Espesura, mar, desierto,
sangre, monte rodador,
libertades de mi alma
clamorosas de pasión,
desfilando por mi cuerpo,
donde no se quedan, no,
pero donde se despliegan,
sólo por amor.

Porque dentro de la triste
guirnalda del eslabón,
del sabor a carcelero
constante y a paredón,
y a precipicio en acecho,
alto, alegre, libre soy.
Alto, alegre, libre, libre,
sólo por amor.

No, no hay cárcel para el hombre.
No podrán atarme. no.
Este mundo de cadenas
me es pequeño y exterior.
¿Quién encierra una sonrisa ?
¿Quién amuralla una voz?
A lo lejos tú, más sola
que la muerte, la una y yo.
A lo lejos tú, sintiendo
en tus brazos mi prisión,
en tus brazos donde late
la libertad de los dos.
Libre soy, siénteme libre.
Sólo por amor.