El lenguaje silencioso engendra fuego. El silencio se propaga, el silencio es fuego.
Era preciso decir acerca del agua o simplemente apenas nombrarla, de modo de atraerse la palabra agua para que apague las llamas de silencio.
Porque no cantó, su sombra canta. Donde una vez sus ojos hechizaron mi infancia, el silencio al rojo rueda como un sol.
En el corazón de la palabra lo alcanzaron; y yo no puedo narrar el espacio ausente y azul creado por sus ojos.
II
Con una esponja húmeda de lluvia gris borraron el ramo de lilas dibujado en su cerebro.
El signo de su estar es la enlutada escritura de los mensajes que se envía. Ella se prueba en su nuevo lenguaje e indaga el peso del muerto en la balanza de su corazón.
III Y el signo de su estar crea el corazón de la noche.
Aprisionada: alguna vez se olvidarán las culpas, se emparentarán los vivos y los muertos. Aprisionada: no has sabido prever que su final iría a ser la gruta a donde iban los malos en los cuentos para niños.
Aprisionada: deja que se cante como se pueda y se quiera. Hasta que en la merecida noche se cierna la brusca desocultada. A exceso de sufrimiento, exceso de noche y silencio.
IV
Las metáforas de asfixia se despojan del sudario, el poema. El terror es nombrado con el modelo delante, a fin de no equivocarse.
V
Y yo sola con mis voces, y tú, tanto estás del otro lado que te confundo conmigo.
Un rostro frente a tus ojo que lo miran y por favor: que no haya mirar sin ver. Cuando miras sin ver. Cuendo miras su rostro --por pasión, por necesidad como la de respirar--, sucede, y de esto te enteras mucho después, que ni siquiera lo miras. Pero sí lo miraste, sí lo bebiste como sólo puede y sabe una sedienta como tú. Ahora estás en la calle: te alejas invadida por u rostro que miraste sin cesar, pero de súbito, flotante y descreída, te detienes, pues vienes de preguntarte si has visto su rostro. El combate con la desaparición es arduo. Buscas con urgencia en todas tus memorias pues sabes, gracias a una simétrica repetición de experiencias, que si lo recuerdas pocos instantes después de haberlo mirado ese olvido significará los más desoladores días de búsqueda.
Hasta que vuelvas a verlo una vez más y lo mires de nuevo, con renovada esperanza, decidida, esta vez, a mirarlo en serio, de verdad, lo cual, y esto también lo sabes, te resulta imposible, pues es la condición del amor que le tienes.