Mi Diego:
Espejo de la noche.
Tus ojos espadas verdes dentro de mi carne. Ondas entre nuestras manos.
Todo tú en el espacio lleno de sonidos -- en la sombre y en la luz. Tú eres todas las combinaciones de los números. La vida.
Mi deseo es entender la línea la forma la sombra el movimiento. Tu llenas y yo recibo. Tu palabra recorre todo el espacio y llega a mis células que son mis astros y va a las tuyas que son mi luz.
Fantasmas.
Era sed de muchos años retenida en nuestro cuerpo. Palabras encadenadas que no pudimos decir sino en los labios del sueño. Todo lo rodeaba el milagro vegetal del paisaje de tu cuerpo. Sobre tu forma, a mi tacto respondieron las pestañas de las flores, los rumores de los ríos. Todas las frutas había en el jugo de tus labios, la sangre de la granada, el tramonto del mamey y la piña acrisolada. Te oprimí contra mi pecho y el prodigio de tu forma penetró en toda mi sangre por la yema de mis dedos. Olor a esencia de roble, a recuerdo de nogal, a verde aliento de fresno. Horizontes y paisajes, que recorrí con el beso. Un olvido de palabras formará el idioma exacto para entender las miradas de nuestros ojos cerrados.
Estás presente, intangible y eres todo el universo que formo en el espacio de mi cuarto. Tu ausencia brota temblando en el ruido del reloj; en el pulso de la luz; respiras por el espejo. Desde ti hasta mis manos, recorro todo tu cuerpo, y estoy contigo un minuto y estoy conmigo un momento. Y mi sangre es el milagro que va en las venas del aire de mi corazón al tuyo.
LA MUJER.
EL HOMBRE.
El milagro vegetal del paisaje de mi cuerpo es en ti la naturaleza entera. Yo la corro en vuelo que acaricia con mis dedos los redondos cerros, penetran mis manos los umbríos valles en ansias de posesión y me cubre el abrazo de las ramas suaves, verdes y frescas. Yo penetro el sexo de la tierra entera, me abraza su calor y en mi cuerpo todo roza la frescura de las hojas tiernas. Su rocío es el sudor de amante siempre nuevo. No es amor, ni ternura, ni cariño, es la vida entera, la mía, que encontré al verla en tus manos, en tu boca y en tus senos. Tengo en mi boca el sabor almendra de tus labios. Nuestros mundos no han salido nunca fuera. Sólo un monte conoce las entrañas de otro monte.
Por momentos flota tu presencia como envolviendo todo mi ser en una espera ansiosa de mañana. Y noto que estoy contigo. En este momento lleno aún de sensaciones, tengo mis manos hundidas en naranjas, y mi cuerpo se siente rodeado por tus brazos.
Tus ojos espadas verdes dentro de mi carne. Ondas entre nuestras manos.
Todo tú en el espacio lleno de sonidos -- en la sombre y en la luz. Tú eres todas las combinaciones de los números. La vida.
Mi deseo es entender la línea la forma la sombra el movimiento. Tu llenas y yo recibo. Tu palabra recorre todo el espacio y llega a mis células que son mis astros y va a las tuyas que son mi luz.
Fantasmas.
Era sed de muchos años retenida en nuestro cuerpo. Palabras encadenadas que no pudimos decir sino en los labios del sueño. Todo lo rodeaba el milagro vegetal del paisaje de tu cuerpo. Sobre tu forma, a mi tacto respondieron las pestañas de las flores, los rumores de los ríos. Todas las frutas había en el jugo de tus labios, la sangre de la granada, el tramonto del mamey y la piña acrisolada. Te oprimí contra mi pecho y el prodigio de tu forma penetró en toda mi sangre por la yema de mis dedos. Olor a esencia de roble, a recuerdo de nogal, a verde aliento de fresno. Horizontes y paisajes, que recorrí con el beso. Un olvido de palabras formará el idioma exacto para entender las miradas de nuestros ojos cerrados.
Estás presente, intangible y eres todo el universo que formo en el espacio de mi cuarto. Tu ausencia brota temblando en el ruido del reloj; en el pulso de la luz; respiras por el espejo. Desde ti hasta mis manos, recorro todo tu cuerpo, y estoy contigo un minuto y estoy conmigo un momento. Y mi sangre es el milagro que va en las venas del aire de mi corazón al tuyo.
LA MUJER.
EL HOMBRE.
El milagro vegetal del paisaje de mi cuerpo es en ti la naturaleza entera. Yo la corro en vuelo que acaricia con mis dedos los redondos cerros, penetran mis manos los umbríos valles en ansias de posesión y me cubre el abrazo de las ramas suaves, verdes y frescas. Yo penetro el sexo de la tierra entera, me abraza su calor y en mi cuerpo todo roza la frescura de las hojas tiernas. Su rocío es el sudor de amante siempre nuevo. No es amor, ni ternura, ni cariño, es la vida entera, la mía, que encontré al verla en tus manos, en tu boca y en tus senos. Tengo en mi boca el sabor almendra de tus labios. Nuestros mundos no han salido nunca fuera. Sólo un monte conoce las entrañas de otro monte.
Por momentos flota tu presencia como envolviendo todo mi ser en una espera ansiosa de mañana. Y noto que estoy contigo. En este momento lleno aún de sensaciones, tengo mis manos hundidas en naranjas, y mi cuerpo se siente rodeado por tus brazos.