/Por favor: que no haya mirar sin ver./ #AlejandraPizarnik
Every phrase and every sentence is an end and a beginning.
Every poem an epitaph.
/ T.S.Eliot /
miércoles, 1 de julio de 2015
- John Steinbeck - Discurso Premio Nobel de Literatura, 1962 -
Doy gracias a la academia sueca por encontrar mi obra digna de tan alto
honor. En mi corazón puede que haya duda de si merezco el Premio Nobel en vez
de los otros hombres letrados por quienes siento respeto y reverencia, pero no
hay ninguna duda de mi placer y orgullo en recibirlo.
Es costumbre que el receptor de este galardón ofrezca un comentario
erudito o personal sobre la naturaleza y dirección de la literatura. Sin
embargo, pienso que sería bueno, ahora en especial, el considerar los notables
deberes y responsabilidades de los creadores de la literatura.
Tal es el prestigio del Premio Nobel y de este lugar donde me
encuentro, que me siento impulsado a no hablar con agradecimiento y disculpas
como un ratón, sino con el rugido de un león por el orgullo que siento de mi
profesión y de los hombres grandes y buenos que la han practicado a través de
las épocas.
La literatura no fue promulgada por un grupo de sacerdotes críticos,
pálidos y emasculados que cantaban sus letanías en una iglesia vacía, ni
tampoco es un juego para los elegidos al claustro, los mendicantes de hojalata
de un desespero barato.
La literatura es tan antigua como el habla. Surgió de la necesidad
humana y no ha cambiado, excepto para hacerse más necesaria. Los escaldos, los
bardos, los escritores no son un grupo exclusivo ni separado. Desde el
principio, sus funciones, sus deberes, sus responsabilidades han sido
decretadas por nuestra especie.
La humanidad ha pasado por un tiempo gris y desolado de confusión. Mi gran
predecesor, William Faulkner, al hablar aquí se refirió a éste como una
tragedia de temor físico universal, sostenido por tanto tiempo que no hubo ya
más problemas del espíritu, de manera que escribir sobre el corazón humano en
conflicto consigo mismo pareció ser lo único digno de emprender. Faulkner, más
que la mayoría de los otros hombres, estaba consciente tanto de la fuerza
humana como de la debilidad humana. El sabía que el entender y el resolver el
temor son gran parte de la razón de ser del escritor.
Esta no es una novedad. La encomienda antigua del escritor no ha
cambiado. Se le encarga exponer nuestros tantos defectos y fracasos dolorosos,
sacar a la luz nuestros sueños oscuros y peligrosos en aras del mejoramiento.
Además, en el escritor se delega para declarar y celebrar la capacidad
demostrada que tiene el hombre para la grandeza de corazón y espíritu, para la
gallardía en la derrota, para el valor, la compasión y el amor. En la
interminable guerra contra la debilidad y la desesperanza, éstas son las
banderas brillantes de la esperanza y de la emulación. Sostengo que un autor
que no crea apasionadamente en la capacidad de perfeccionamiento del hombre no
tiene dedicación ni ningún lugar en la literatura.
El presente miedo universal ha sido el resultado de una ola progresiva
en nuestro conocimiento y manipulación de ciertos factores peligrosos en el
mundo físico. Es verdad que otras fases del entendimiento aún no han alcanzado
este gran escalón, pero no hay razón para creer que no puedan o no vayan a
adelantar. Ciertamente, es parte de la responsabilidad del escritor asegurarse
de que así lo hagan. Con la larga y digna historia que tiene la humanidad de
mantenerse firme en contra de todos sus enemigos naturales, algunas veces en
frente de una derrota casi cierta y de la extinción, seríamos cobardes y
estúpidos al dejar el campo en la víspera de nuestra mayor victoria posible.
Como podrá entenderse, he estado leyendo la vida de Alfred Nobel, un
hombre solitario, dicen los libros, un hombre pensativo. El perfeccionó el
estreno de fuerzas explosivas que son capaces de una buena creación o de una
destrucción malvada, pero sin tener elección, sin regirse por la conciencia o
el juicio.
Nobel vio algunos de los crueles y sangrientos malos usos de sus
invenciones. Tal vez hasta pudo prever los resultados finales de todas sus
investigaciones: acceso a una violencia absoluta, a una destrucción final.
Algunos dicen que llegó a volverse cínico, pero yo no creo esto. Creo que se
esforzó para encontrar un control, una llave de seguridad. Creo que la encontró
finalmente y sólo en la mente humana y en el espíritu humano.
Para mí, sus pensamientos se reflejan claramente en las categorías de
estos premios. Se otorgan en reconocimiento al creciente y continuo saber del
hombre y de su mundo, al entendimiento y la comunicación, los cuales son las
funciones de la literatura. Se otorgan en reconocimiento a las demostraciones
de la capacidad para alcanzar la paz, la culminación de todas las demás.
Menos de cincuenta años después de su muerte, se abrió la puerta a la
naturaleza y se nos ofreció la temible carga de la elección. Hemos usurpado
muchos de los poderes que una vez fueron atribuidos a Dios. Temerosos y sin
estar preparados, hemos asumido señoría sobre la vida y la muerte de todo el
mundo de seres vivientes. El peligro, la gloria y la elección reposan
finalmente sobre el hombre. La prueba que mide su capacidad para la perfección
está a la mano.
Habiendo tomado un poder divino, debemos buscar en nosotros mismos la
responsabilidad y la sabiduría que una vez rogamos que tuviera la deidad. El
hombre mismo se ha convertido en nuestra más grande amenaza y en nuestra única
esperanza. Así que hoy, podemos parafrasear las palabras de San Juan Apóstol:
Al final está la palabra, y la palabra es el hombre, y la palabra está con el
hombre.
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