Mínima alma mía, tierna y flotante,
huésped y compañera de mi cuerpo,
descenderás a esos parajes pálidos,
rígidos y desnudos,
donde habrás de renunciar
a los juegos de antes.
Todavía un instante miremos juntos
las riberas familiares,
los objetos que sin duda
no volveremos a ver.
Tratemos de entrar en la muerte
con los ojos abiertos.
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