Quiero escribirte como quien aprende. Fotografía cada instante. Ahondo en las palabras como si pintara, más que un objeto, su sombra. No quiero preguntar por qué, se puede preguntar siempre por qué y siempre continuar sin respuesta: ¿lograré entregarme al expectante silencio que sigue a una pregunta sin respuesta? Aunque adivine que en algún lugar o en algún tiempo existe la gran respuesta para mí.
Y después sabré cómo pintar y escribir, después de la extraña pero íntima respuesta. Óyeme, oye el silencio. Lo que te digo nunca es lo que te digo y sí otra cosa. Capta esa cosa que se me escapa y sin embargo vivo de ella y estoy en sintonía con la brillante oscuridad. Un instante me lleva sensiblemente al otro y el tema atemático se va desarrollando sin plano pero geométrico como las figuras sucesivas en un caleidoscopio.
Entro lentamente en mi dádiva a mí misma, esplendor dilacerado por el cantar último que parece que fuera el primero. Entro lentamente en la escritura así como ya entré en la pintura. Es un mundo enmarañado de lianas, sílabas, madreselvas, colores y palabras --umbral de entrada de una ancestral caverna que es el útero del mundo y de él voy a nacer.
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