Every phrase and every sentence is an end and a beginning.

Every poem an epitaph.

/ T.S.Eliot /


domingo, 4 de enero de 2015

- J.G. Ballard - Credo -


Creo el poder de la imaginación para rehacer el mundo, para liberar la verdad que llevamos dentro, para sujetar la noche, para trascender la muerte, para hechizar las autopistas, para congraciarnos con los pájaros, para asegurarnos las confidencias de los locos.
Creo en mis propias obsesiones, en la belleza del choque de autos, en la paz del bosque sumergido, en las excitaciones de la playa de vacaciones desierta, en la elegancia de los cementerios de automóviles, en el misterio de los edificios para estacionamiento de coches, en la poesía de los hoteles abandonados.
Creo en la belleza de todas las mujeres, en la perfidia de sus imaginaciones, tan cercana a mi corazón; en la unión de sus cuerpos desencantados con los encantados rieles cromados de los mostradores de los supermercados; en su cálida tolerancia de mis propias perversiones.
Creo en la muerte del futuro, en el agotamiento del tiempo, en nuestra búsqueda de un tiempo nuevo dentro de las sonrisas de las camareras de las autopistas y de los ojos cansados de los controladores del tráfico aéreo en aeropuertos fuera de estación.
Creo en la locura, en la verdad de lo inexplicable, en el sentido común de las piedras, en la demencia de las flores, en la enfermedad reservada para la raza humana por los astronautas de la misión Apolo.
Creo en nada.
Creo en Max Ernst, Delvaux, Dalí, Tiziano, Goya, Leonardo, Vermeer, Chirico, Magritte, Redon, Durero, Tanguy, el Facteur Cheval, las Torres de Watts, Bocklin, Francis Bacon, y todos los artistas invisibles encerrados en las instituciones psiquiátricas del planeta.
Creo en la imposibilidad de la existencia, en el humor de las montañas, en el disparate del electromagnetismo, en la farsa de la geometría, en la crueldad de la aritmética, en la intención asesina de la lógica.
Creo en el vuelo, en la belleza del ala, y en la belleza de todo lo que ha volado alguna vez, en la piedra arrojada por un niño pequeño, que lleva la sabiduría de los estadistas y de las parteras.
Creo en la dulzura del bisturí del cirujano, en la ilimitada geometría de la pantalla del cine, en el universo oculto dentro de los supermercados, en la soledad del sol, en la locuacidad de los planetas, en nuestra repetitividad, en la inexistencia del universo y en el aburrimiento del átomo.
Creo en la inexistencia del pasado, en la muerte del futuro, y en las infinitas posibilidades del presente.
Creo en el trastorno de los sentidos: en Rimbaud, William Burroughs, Huysmans, Genet, Céline, Swift, Defoc, Carroll, Coleridge, Kafka.
Creo en los próximos cinco minutos.
Creo en la historia de mis pies.
Creo en las jaquecas, el aburrimiento de las tardes, el miedo a los calendarios, la traición de los relojes.
Creo en la angustia, la psicosis y la desesperación.
Creo en las perversiones, en nuestro enamoramiento de árboles, princesas, primeras ministros, gasolineras abandonadas (más bellas que el Taj Mahal), nubes y pájaros.
Creo en la muerte de las emociones y en el triunfo de la imaginación.
Creo en el alcoholismo, en las enfermedades venéreas, en la fiebre y en el agotamiento.
Creo en el dolor.
Creo en la desesperación.
Creo en todos los niños.
Creo en los mapas, los diagramas, los códigos, los juegos de. ajedrez, los rompecabezas, los horarios de vuelos, los letreros indicadores de los aeropuertos.
Creo en todos los pretextos.
Creo en todas las razones.
Creo en todas las alucinaciones.
Creo en todas las rabias.
Creo en todas las mitologías, recuerdos, mentiras, fantasías, evasiones.
Creo en el misterio y la melancolía de una mano, en la bondad de los árboles, en la sabiduría de la Luz.


I believe in the power of the imagination to remake the world, to release the truth within us, to hold back the night, to transcend death, to charm motorways, to ingratiate ourselves with birds, to enlist the confidences of madmen.
I believe in my own obsessions, in the beauty of the car crash, in the peace of the submerged forest, in the excitements of the deserted holiday beach, in the elegance of automobile graveyards, in the mystery of multi-storey car parks, in the poetry of abandoned hotels.
I believe in the beauty of all women, in the treachery of their imaginations, so close to my heart; in the junction of their disenchanted bodies with the enchanted chromium rails of supermarket counters; in their warm tolerance of my perversions.
I believe in the death of tomorrow, in the exhaustion of time, in our search for a new time within the smiles of auto-route waitresses and the tired eyes of air-traffic controllers at out-of-season airports.
I believe in madness, in the truth of the inexplicable, in the common sense of stones, in the lunacy of flowers, in the disease stored up for the human race by the Apollo astronauts.
I believe in nothing.
I believe in Max Ernst, Delvaux, Dali, Titian, Goya, Leonardo, Vermeer, Chirico, Magritte, Redon, Duerer, Tanguy, the Facteur Cheval, the Watts Towers, Boecklin, Francis Bacon, and all the invisible artists within the psychiatric institutions of the planet.
I believe in the impossibility of existence, in the humor of mountains, in the absurdity of electromagnetism, in the farce of geometry, in the cruelty of arithmetic, in the murderous intent of logic.
I believe in flight, in the beauty of the wing, and in the beauty of everything that has ever flown, in the stone thrown by a small child that carries with it the wisdom of statesmen and midwives.
I believe in the gentleness of the surgeon's knife, in the limitless geometry of the cinema screen, in the hidden universe within supermarkets, in the loneliness of the sun, in the garrulousness of planets, in the repetitiveness or ourselves, in the inexistence of the universe and the boredom of the atom.
I believe in the non-existence of the past, in the death of the future, and the infinite possibilities of the present.
I believe in the derangement of the senses: in Rimbaud, William Burroughs, Huysmans, Genet, Celine, Swift, Defoe, Carroll, Coleridge, Kafka.
I believe in the next five minutes.
I believe in the history of my feet.
I believe in migraines, the boredom of afternoons, the fear of calendars, the treachery of clocks.
I believe in anxiety, psychosis and despair.
I believe in the perversions, in the infatuations with trees, princesses, prime ministers, derelict filling stations (more beautiful than the Taj Mahal), clouds and birds.
I believe in the death of the emotions and the triumph of the imagination.
I believe in alcoholism, venereal disease, fever and exhaustion.
I believe in pain.
I believe in despair.
believe in all children.
I believe in maps, diagrams, codes, chess-games, puzzles, airline timetables, airport indicator signs. I believe all excuses.
I believe all reasons.
I believe all hallucinations.
I believe all anger.
I believe all mythologies, memories, lies, fantasies, evasions.
I believe in the mystery and melancholy of a hand, in the kindness of trees, in the wisdom of Light.

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