Día lluvioso. Uno se queda tumbado en la cama, y el ruidoso repiqueteo de la lluvia sobre el tejado de la cabaña es como si golpeara en el propio pecho. En el borde del tejado saliente, las gotas aparecen de un modo mecánico, como luces que se fueran encendiendo a lo largo de la acera de una calle. Luego caen. Como un animal salvaje, corre de pronto un anciano a través del prado y toma un baño de lluvia. El golpear de las gotas en la noche. Uno se encuentra como si estuviera dentro de la caja de un violín. Por la mañana, la carrera a pie; la tierra blanda bajo los pies.
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