Alarga tus patitas
enguantadas, esperanza yerta.
Enciendo un fósforo:
caliéntate. Te alcanza.
Después contemplaremos
nuestros rostros
y pensaremos: cómo
ha cambiado.
Creíamos el uno en el
otro. Ves, no se debe.
Estira tus manitas frías,
esperanza.
Nada que hacer, el
fósforo se apaga.
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