How do you teach performance? It seems impossible. And we
know that something you don't teach is charisma. You can't teach energy. You can't
teach energy. This experience, the experience of releasing energy in that way,
it can only be reached if you go to the ocean, if you go to volcanos, if you go
to the top of the mountains, if you go to nature or to people who have ancient
knowledge. Teaching is like cleaning the ground in the Autumn. The moment you
succeed to clean the ground, the leaves are back. But you have to trust your
master if they say you must clean the ground. For performance, the collapse of
the rational mind is very important. Sleeping, standing, walking or doing
whatever it is, or even doing nothing, it seems like the work of a crazy
person. Doing this for five minutes can be ok, but imagine doing this for two
months. That learning can't be done from a book, you have to do it yourself. The
artist affects the molecules of the air around them in long durational works.
Those molecules touch the public. That's a miracle. Face the fear, overcome the
fear. There's a key to creation: Never grow up. Never miss the child attitude.
Be curious. Don't repeat yourself.
Every phrase and every sentence is an end and a beginning.
Every poem an epitaph.
/ T.S.Eliot /
domingo, 26 de abril de 2015
- Julio Cortázar -
Se puede partir de cualquier cosa, una caja de fósforos, un
golpe de viento en el tejado, el estudio número 3 de Scriabin, un grito allá
abajo en la calle, esa foto del Newsweek, el cuento del gato con botas, el
riesgo está en eso, en que se puede partir de cualquier cosa, pero después,
después hay que llegar, no se sabe bien a qué, pero llegar, llegar no se sabe
bien a qué, y el riesgo está en que en una hora final descubras que caminaste
volaste corriste reptaste quisiste esperaste luchaste y entonces, entre tus
manos tendidas en el esfuerzo último, un premio literario, o una mujer biliosa
o un hombre lleno de departamentos y de caspa en vez del pez, en vez del
pájaro, en vez de una respuesta con fragancia de helechos mojados, pelo crespo
de un niño, hocico de cachorro o simplemente un sentimiento de reunión, de
amigos en torno al fuego, de un tango que sin énfasis resume la suma de los
actos, la pobre hermosa saga de ser hombre. No hay discurso del método,
hermano, todos los mapas mienten salvo el del corazón, pero dónde está el norte
en este corazón vuelto a los rumbos de la vida, dónde el oeste, dónde el sur.
Dónde está el sur en este corazón golpeado por la muerte, debatiéndose entre
perros de uniforme y horarios de oficina, entre amores de interregno y duelos
despedidos por tarjeta, dónde está la autopista que lleve a un Katmandú sin
cáñamo, a un Shangri-La sin pactos de renuncia, dónde está el sur libre de
hienas, el viento de la costa sin cenizas de uranio, de nada te valdrá mirar en
torno, no hay dónde ahí afuera, apenas esos dóndes que te inventan con
plexiglás y Guía Azul. El dónde es un pez secreto, el dónde es eso que en plena
noche te sume en la maraña turbia de las pesadillas donde (donde del dónde)
acaso un amigo muerto o una mujer perdida al otro lado de canales y de nieblas
te inducen lentamente a la peor de las abominaciones, a la traición o a la
renuncia, y cuando brotas de ese pantano viscoso con un grito que te tira de
este lado, el dónde estaba ahí, había estado ahí en su contrapartida absoluta
para mostrarte el camino, para orientar esa mano que ahora solamente buscará un
vaso de agua y un calmante, porque el dónde está aquí y el sur es esto, el mapa
con las rutas en ese temblor de náusea que te sube hasta la garganta, mapa del
corazón tan pocas veces escuchado, punto de partida que es llegada. Y en la vigilia está también el sur del corazón, agobiado de
teléfonos y primeras planas, encharcado en lo cotidiano. Quisieras irte,
quisieras correr, sabes que se puede partir de cualquier cosa, de una caja de
fósforos, de un golpe de viento en el tejado, del estudio número 3 de Scriabin,
para llegar no sabes bien a qué, pero llegar. Entonces, mira, a veces una
muchacha parte en bicicleta, la ves de espaldas alejándose por un camino (¿la
Gran Vía, King´s Road, la Avenue de Wagran, un sendero entre álamos, un paso
entre colinas?), hermosa y joven la ves de espaldas yéndose, más pequeña ya,
resbalando en la tercera dimensión y yéndose, y te preguntas si llegará, si
salió para llegar, si salió porque quería llegar, y tienes miedo como siempre
has tenido miedo por ti mismo, la ves irse tan frágil y blanca en una bicicleta
de humo, te gustaría estar con ella, alcanzarla en algún recodo y apoyar una
mano en el manubrio y decir que también tú has salido, que también tú quieres
llegar al sur, y sentirte por fin acompañado porque la estás acompañando, larga
será la etapa pero allí en lo alto el aire es limpio y no hay papeles y latas
en el suelo, hacia el fondo del valle se dibujará por la mañana el ojo celeste
de un lago. Sí, también eso lo sueñas despierto en tu oficina o en la cárcel,
mientras te aplauden en un escenario o una cátedra, bruscamente ves el rumbo
posible, ves la chica yéndose en su bicicleta o el marinero con su bolsa al
hombro, entonces es cierto, entonces hay gente que se va, que parte para
llegar, y es como un azote de palomas que te pasa por la cara, por qué no tú,
hay tantas bicicletas, tantas bolsas de viaje, las puertas de la ciudad están
abiertas todavía, y escondes la cabeza en la almohada, acaso lloras. Porque,
son cosas que se saben: la ruta del sur lleva a la muerte. Allá, como la vio un
poeta, vestida de almirante espera, o vestida de sátrapa o de bruja, la muerte
coronel o general espera sin apuro, gentil, porque nadie se apura en los aeródromos,
no hay cadalsos ni piras, nadie redobla los tambores para anunciar la pena,
nadie venda los ojos de los reos ni hay sacerdotes que le den a besar el
crucifijo a la mujer atada a la estaca, eso no es ni siquiera Ruán y no es
Sing-Sing, no es la Santè, allá la muerte espera disfrazada de nadie, allá
nadie es culpable de la muerte y la violencia es una vacua acusación de
subversivos contra la disciplina y la tranquilidad del reino, allá es tierra de
paz, de conferencias internacionales, copas de fútbol, ni siquiera los niños
revelarán que el rey marcha desnudo en los desfiles, los diarios hablarán de la
muerte cuando la sepan lejos, cuando se pueda hablar de quienes mueren a diez
mil kilómetros, entonces sí hablarán, los télex y las fotos hablarán sin
mordaza, mostrarán cómo el mundo es una morgue maloliente mientras el trigo y
el ganado, mientras la paz del sur, mientras la civilización cristiana. Cosas
que acaso sabe la muchacha perdiéndose a lo lejos, ya inasible silueta en el
crepúsculo, y quisieras estar y preguntarle, estar con ella, estar seguro de
que sabe, pero cómo alcanzarla cuando el horizonte es una sola línea roja ante
la noche, cuando en cada encrucijada hay múltiples opciones engañosas y ni
siquiera una esfinge para hacerte las preguntas rituales. ¿Habrá llegado al
sur? ¿La alcanzarás un día? Nosotros, ¿llegaremos? (Se puede partir de
cualquier cosa, una caja de fósforos, una lista de desaparecidos, un viento en
el tejado) ¿Llegaremos un día? Ella partió en su bicicleta, la viste a la
distancia, no volvió la cabeza, no se apartó del rumbo. Acaso entró en el sur,
lo vio sucio y golpeado en cuarteles y calles pero sur, esperanza de sur, sur
esperanza. ¿Estará sola ahora, estará hablando con gente como ella?, ¿mirarán a
lo lejos por si otras bicicletas apuntaran filosas? (un grito allá abajo en la
calle, esa foto del Newsweek) ¿Llegaremos un día?
lunes, 20 de abril de 2015
- Juan Gelman - El Atado -
Escribir sin contar es como vivir sin vida. Las palabras
serán inocentes, pero no su relación. El contador traza una columna del 'debe'
y otra del 'haber' y en la última anota los silencios que supo conseguir. Con
las caras de una palabra quisiera hacer piedras y mirarlas todas hasta el fin
de mis días. Esas caras siempre tienen otras fugitivas de la boca. Morder la
piedra, entonces, es la tarea del poeta, hasta que sangren las encías de la
noche. En esa noche navegará sin rumbo fijo, desconfiado de todo, en especial
de sí, mirando espejos que cantan como sirenas que no existen. El poeta se
atará al palo mayor de su ignorancia para no caer en sí mismo, sino en otro
país de aventura mayor, muerto de miedo y vivo de esperanza. Sólo el dolor lo
unirá muertovivo al vacío lleno de rostros y verá que ninguno es el suyo. Y
todos serán libres.
miércoles, 15 de abril de 2015
- Fernando Pessoa - Libro del Desasosiego -
Vivir es ser otro. Ni sentir es posible si hoy se siente como ayer se sintió: sentir hoy lo mismo que ayer no es sentir: es recordar hoy lo que se sintió ayer, ser hoy el cadáver vivo de lo que ayer fue la vida perdida. Apagarlo todo en el cuadro de un día para otro, ser nuevo con cada nueva madrugada, en una revirginidad perpetua de la emoción: esto, y sólo esto, vale la pena ser o tener, para ser o tener lo que imperfectamente somos. Esta madrugada es la primera del mundo.
martes, 7 de abril de 2015
- John Steinbeck - IN AWE OF WORDS -
A man who writes a story is forced to put into it the best
of his knowledge and the best of his feeling. The discipline of the written
word punishes both stupidity and dishonesty. A writer lives in awe of words for
they can be cruel or kind, and they can change their meanings right in front of
you. They pick up flavors and odors like butter in a refrigerator. Of course,
there are dishonest writers who go on for a little while, but not for long—not
for long. A writer out of loneliness is trying to communicate like a distant
star sending signals. He isn’t telling or teaching or ordering. Rather he seeks
to establish a relationship of meaning, of feeling, of observing. We are
lonesome animals. We spend all life trying to be less lonesome. One of our
ancient methods is to tell a story begging the listener to say—and to feel.
“Yes, that’s the way it is, or at least that’s the way I feel it. You’re not as
alone as you thought”. Of course a writer rearranges life, shortens time
intervals, sharpens events, and devises beginnings, middles and ends. We do
have curtains—in a day, morning, noon and night, in a man, birth, growth and
death. These are curtain rise and curtain fall, but the story goes on and
nothing finishes. To finish is sadness to a writer—a little death. He puts the
last word down and it is done. But it isn’t really done. The story goes on and
leaves the writer behind, for no story is ever done.
jueves, 2 de abril de 2015
- Why Trust Is Worth It -
“Alya and Gael have to trust each other. As acrobats in
Cirque Du Soleil, they sometimes literally put their lives in someone else’s
hands. Trust is a confusing thing, it seems so simple but when you try to pin
it down it can be allusive. I think of the way that my body sits on a surface
that’s new to me, unknown, and how my muscles remain tight, anticipating
anything and I’m constantly aware of that surface. Over time, with familiarity,
I can relax and start to lean back. For many of us, that initial tension exists
so much of the time. We expend so much energy watching and calculating, trying
to predict, reading signals in people, ready for anything to change suddenly,
preparing to be disappointed. So much energy spent. We talk about trust as
something we build, as if it’s a structure or a thing; but in that building
there seems to be something about letting go. And what it affords us is a luxury. It allows us to stop
thinking, to stop worrying that someone won’t catch us if we fall, to stop
constantly scanning for inconsistencies, to stop wondering how other people act
when they’re not in our presence. It allows us to relax a part of our minds, so
that we can focus on what’s in front of us, and that’s why it’s such a tragedy
when it’s broken. A betrayal can make you think of all the other betrayals that
are waiting for you and things you haven’t thought of and people you rely on.
And you can feel yourself tightening up, bracing; and in the worst cases, you
might resolve to trust no one. But that doesn’t really work. Trust is your
relationship to the unknown, what you can’t control. And you can’t control
everything. And it’s not all or none. It’s a slow and steady practice of
learning about the capacity of the world. And it’s worth it to keep trying. And
it’s not easy. Alya says that trust is like a fork --not one way, but many
ways: physical, emotional, and maybe something else. I almost imagine trust as
these invisible hands that we stretch out into the world, looking for someone
to hold onto as we walk into the unknown future. Alya and Gael began practicing
together as friends and now they are a couple. It took time. So who do you
trust and how can you grow it?”
miércoles, 1 de abril de 2015
martes, 31 de marzo de 2015
- Marguerite Duras - Escribir -
La soledad de la escritura es una soledad sin la que el
escribir no se produce, o se fragmenta exangüe de buscar qué seguir
escribiendo. Se desangra, el autor deja de reconocerlo.
*
Alrededor de la persona que escribe libros siempre debe
haber una separación de los demás. Es una soledad. Es la soledad del autor, la
del escribir. Para empezar, uno se pregunta qué es ese silencio que lo rodea. Y
prácticamente a cada paso que se da en una casa y a todas horas del día, bajo
todas las luces, ya sean del exterior o de las lámparas encendidas durante el
día. Esta soledad real del cuerpo se convierte en la, inviolable, del escribir.
Nunca hablaba de eso a nadie. En aquel periodo de mi primera soledad ya había
descubierto que lo que yo tenía que hacer era escribir. Raymond Queneau me lo
había confirmado. El único principio de Raymond Queneau era éste: “Escribe, no
hagas nada más”.
*
Escribir: es lo único que llenaba mi vida y la hechizaba. Lo
he hecho. La escritura nunca me ha abandonado.
*
Mi habitación no es una cama, ni aquí, ni en París, ni en
Trouville. Es una ventana determinada, una mesa determinada, ritos de tinta
negra, huellas de tinta negra inencontrables, es una silla determinada. Y
determinados ritos a los que siempre vuelvo, a donde quiera que vaya, dondequiera
que esté, incluso en los lugares donde no escribo, como por ejemplo las
habitaciones del hotel, el rito de tener siempre whisky en mi maleta en caso de
insomnios o de súbitas desesperaciones. Durante aquel periodo tuve amantes.
Rara vez he estado absolutamente sin amantes. Se acostumbraban a la soledad de
Neauphle. Y según su encanto a veces esta soledad les permitía que, a su vez,
escribieran libros. Raramente daba a leer mis libros a esos amantes. Las
mujeres no deben hacer leer a sus amantes los libros que escriben. Cuando
terminaba un capítulo, lo escondía. En lo que a mí respecta, es tan verdad que
me pregunto qué pasa en otras partes y también cuando se es una mujer y se
tiene un marido o un amante. En tal caso, también hay que esconder a los amantes
el amor del marido. El mío nunca ha sido sustituido. Lo sé, todos los días de
mi vida.
*
Esta casa, esta casa es el lugar de la soledad, sin embargo
da a una calle, a una plaza, a un estanque muy antiguo, al grupo escolar del
pueblo. Cuando el estanque está helado, hay niños que vienen a patinar y me
impiden trabajar. Les dejo hacer. Los vigilo. Todas las mujeres que han tenido
hijos vigilan a esos niños, desobedientes, locos, como todos los niños. Pero,
qué miedo, cada vez, el peor de los miedos. Y qué amor.
*
La soledad no se encuentra, se hace. La soledad se hace
sola. Yo la hice. Porque decidí que era allí donde debía estar sola, donde
estaría sola para escribir libros. Sucedió así. Estaba sola en casa. Me encerré
en ella, también tenía miedo, claro. Y luego la amé. La casa, esta casa, se
convirtió en la casa de la escritura. Mis libros salen de esta casa. También de
esta luz, del jardín. De esta luz reflejada del estanque. He necesitado veinte
años para escribir lo que acabo de decir.
*
Nunca he podido empezar un libro sin terminarlo. Nunca he
hecho un libro que no fuera ya una razón de ser mientras se escribía, y eso,
sea el libro que sea. Y en todas partes. E todas las estaciones. Por fin tenía
una casa donde esconderme para escribir libros. Quería vivir en esta casa.
¿Para hacer qué? Empezó así, como una broma. Quizás escribir, me dije, podría.
*
Hallarse en un agujero, en el fondo de un agujero, en una
soledad casi total y descubrir que sólo la escritura te salvará. No tener
ningún argumento para el libro, ninguna idea de libro es encontrarse, volver a
encontrarse, delante de un libro. Una inmensidad vacía. Un libro posible.
Delante de nada. Delante de algo así como una escritura viva y desnuda, como
terrible, terrible de superar. Creo que la persona que escribe no tiene idea
respecto al libro, que tiene las manos vacías, la cabeza vacía, y que, de esa
aventura del libro, sólo conoce la escritura seca y desnuda, sin futuro, sin
eco, lejana, con sus reglas de oro, elementales: la ortografía, el sentido.
*
En la vida llega un momento, y creo que es fatal, al que no
se puede escapar, en que todo se pone en duda: el matrimonio, los amigos, sobre
todo los amigos de la pareja. El hijo, no. El hijo nunca se pone en duda. Y esa
duda crece alrededor de uno. Esa duda está sola, es la de la soledad. Ha nacido
de ella, de la soledad. Ya podemos nombrar la palabra. La duda, la duda es
escribir. Por tanto, es el escritor, también. Y c antes de que esté
completamente escrito; es decir: solo y libre de ti, que lo has escrito. Es tan
insoportable como un crimen. No creo a la gente que dice: “He roto mi
manuscrito, lo he tirado”. No lo creo. O bien lo que estaba escrito no existía
para los demás, o no era un libro. Y uno siempre sabe lo que no es un libro. Lo
que nunca on el escritor todo el mundo escribe. Siempre se ha sabido. Creo
también, que sin esa duda primera del gesto hacia la escritura, no hay soledad.
Nadie ha escrito nunca a dúo. Se ha podido cantar a dúo, también componer
música y jugar al tenis; pero escribir, no. Nunca. Creo que el hecho de que un
libro sea más o menos difícil de llevar hacia el lector, en la dirección de su
lectura. Si no hubiera escrito me habría convertido en una incurable del
alcohol. Es un estado práctico: estar perdido sin poder escribir más…Es ahí
donde se bebe. Ya que uno está perdido y ya no se tiene nada que escribir, que
perder, uno escribe. Mientras el libro está ahí y grita que exige ser
terminado, uno escribe. Uno está obligado a mantener el tipo. Es imposible
soltar un libro para siempre será un libro, no, no lo sabe. Nunca. Cuando me
acostaba, me tapaba la cara. Tenía miedo de mí. No sé cómo no sé por qué. Y por
eso bebía alcohol antes de dormir. Para olvidarme, a mí. Enseguida pasa a la
sangre, y luego uno duerme. La soledad alcohólica es angustiosa. El corazón,
sí. De repente late muy deprisa. Cuando yo escribía en la casa todo escribía.
La escritura estaba en todas partes. Y cuando veía a los amigos, a veces no
acertaba a reconocerlos. Hubo varios años así, difíciles, para mí, sí, diez
años quizá, quizá duró diez años. Y cuando amigos incluso muy queridos acudían
a visitarme, también era terrible. Los amigos nada sabían de mí: me apreciaban
y acudían por gentileza creyendo que hacían bien. Y lo más extraño era que no
me importaba. Eso hace salvaje la escritura. Se acerca a un salvajismo anterior
a la vida. Y siempre lo reconocemos, es el de los bosques, tan antiguo como el
tiempo. El del miedo a todo, distinto e inseparable de la vida misma. Uno se
encarniza. No puede escribir sin la fuerza del cuerpo. Para abordar la
escritura hay que ser más fuerte que uno mismo, hay que ser más fuerte que lo
que se escribe. No es sólo la escritura, lo escrito, también los gritos de las
bestias de la noche, los de todos, los vuestros y los míos, los de los perros.
Es la vulgaridad masificada, desesperante, de la sociedad. El dolor. Siempre,
eso creo.
*
Un escritor es algo extraño. Es una contradicción y también
un sinsentido. Escribir también es no hablar. Es callarse. Es aullar sin ruido.
Un escritor es algo que descansa, con frecuencia, escucha mucho. No habla mucho
porque es imposible hablar a alguien de un libro que se ha escrito y sobre todo
de un libro que se está escribiendo. Es imposible. Es lo contrario del cine, lo
contrario del teatro y otros espectáculos. Es lo contrario de todas las
lecturas. Es lo más difícil. Es lo peor. Porque un libro es lo desconocido, es
la noche, es cerrado, eso es. El libro avanza, crece, avanza en las direcciones
que creíamos haber explorado, avanza hacia su propio destino y el de su autor. Un
libro abierto también es la noche.
*
Escribir a pesar de todo pese a la desesperación. No: con la
desesperación. Qué desesperación, no sé su nombre. Escribir junto a lo que
precede al escrito es siempre estropearlo. Y sin embargo hay que aceptarlo:
estropear el fallo es volver sobre otro libro, un posible otro de ese mismo
libro.
*
Cuando un libro está acabado --un libro que se ha escrito,
claro--, al leerlo, ya no podemos decir que ese libro es un libro que ha
escrito uno , ni qué se ha escrito en él, ni en qué desesperación o en qué
estado de felicidad, el de un hallazgo o de un fallo de todo tu ser. Porque, al
fin y al cabo, en un libro, no se puede ver nada semejante. La escritura es
uniforme en cierto modo, atemperada.
*
La escritura ha existido siempre sin referencia alguna o
bien es. Sigue siendo como el primer día. Salvaje. Diferente. Salvo la gente,
las personas que circulan por el libro, nunca las olvida uno en el trabajo y el
autor nunca las echa de menos. No, estoy segura, no, la escritura de un libro,
el escribir. Pues es siempre la puerta abierta hacia el abandono. El suicidio
está en la soledad de un escritor. Uno está solo incluso en su propia soledad.
Siempre inconcebible. Siempre peligrosa. Sí. Un precio que hay que pagar por
haber osado salir y gritar.
*
En el libro hay eso: la soledad es la del mundo entero. Está
por todas partes. Lo ha invadido todo. Sigo creyendo en esta invasión. Como
todo el mundo. La soledad es eso sin lo que nada se hace. Eso sin lo que ya no
se mira nada. Es un modo de pensar, de razonar, pero sólo con el pensamiento
cotidiano. También eso está presente en la función de la escritura y ante todo
quizá decirse que no es necesario matarse todos los días desde el momento en
que todos los días podemos matarnos. Eso es la escritura del libro, no es la
soledad. Hablo de la soledad pero no estaba sola, ya que tenía ese trabajo que
sacar adelante, hasta la luz, ese trabajo de condenados: escribir.
*
Nunca he mentido en un libro. Ni tampoco en mi vida. Excepto
a los hombres. Nunca.
*
Creo que lo que reprocho a los libros, en general, es eso:
que no son libres. Se ve a través de la escritura: están fabricados, están
organizados, reglamentados, diríase que conformes. Una función de revisión que
el escritor desempeña con frecuencia consigo mismo. El escritor, entonces, se
convierte, se convierte en su propio policía. Entiendo, por tal, la búsqueda de
la forma correcta, es decir, de la forma más habitual, la más clara y la más
inofensiva. Sigue habiendo generaciones muertas que hacen libros pudibundos.
Incluso jóvenes: libros encantadores, sin poso alguno, sin noche. Sin silencio.
Dicho de otro modo: sin auténtico autor. Libros de un día, de entretenimiento,
de viaje. Pero no libros que se incrusten en el pensamiento y que hablen del
duelo profundo de toda vida, el lugar común de todo pensamiento.
*
Las grandes lecturas de mi vida, las sólo mías, son las
escritas por hombres. Michelet. Michelet y más Michelet, hasta las lágrimas. No
sé cómo me salí de lo que podríamos llamar una crisis, como si dijéramos crisis
de nervios o crisis de embotamiento mental, de degradación, como sería un sueño
artificial. La soledad, también era eso. Una especie de escritura. Y leer era
escribir.
*
Yo me parezco a todo el mundo. Creo que nunca nadie se ha
vuelto hacia mí por la calle. Soy la banalidad. El triunfo de la banalidad.
Como esa vieja dama del libro: Le Camion.
*
Escribir, el espanto de escribir.
*
Se escribe sin saberlo. Se escribe para mirar morir una
mosca. Tenemos derecho a hacerlo. La soledad siempre está acompañada por la
locura. Lo sé. La locura no se ve. A veces sólo se la presiente. No creo que
pueda ser de otro modo. Cuando se extrae todo de uno mismo, todo un libro,
forzosamente se está en el particular estado de cierta soledad que no se puede
compartir con nadie. No se puede hacer compartir nada. Uno debe leer solo el
libro que uno ha escrito, enclaustrado en el libro.
*
Todo escribe a nuestro alrededor, eso es lo que hay que
llegar a percibir; todo escribe, la mosca, la mosca escribe, en las paredes, la
mosca escribió mucho a la luz de la sala, reflejada por el estanque. La
escritura de la mosca podría llenar una página entera. Entonces sería una
escritura. Desde el momento en que podría ser una escritura, ya lo es. Un día,
quizás, a lo largo de los siglos venideros, se leería esa escritura, también
sería descifrada, traducida. Y la inmensidad de un poema legible se desplegaría
en el cielo. Pero, pese a todo, en algún lugar del mundo se escriben libros.
Todo el mundo los escribe. Lo creo. Estoy segura de que así es. Que para
Blanchot, por ejemplo, así es. La locura da vueltas a su alrededor. La locura
también es la muerte.
*
Hablaré de nada. De nada.
*
La liberación se produce cuando la noche empieza a
aposentarse. Cuando fuera cesa el trabajo. Queda Ese lujo nuestro, que nos
pertenece, de poder escribirlo por la noche. Podemos escribir a cualquier hora.
No sufrimos sanciones de reglas, horarios, jefes, armas, multas, insultos,
polis, jefes y más jefes.
*
Escribir. No puedo. Nadie puede. Hay que decirlo: no se
puede. Y se escribe. Lo desconocido que uno lleva en sí mismo: escribir, eso es
lo que se consigue. Eso o nada. Se puede hablar de un mal del escribir. Hay una
locura de escribir que existe en sí misma, una locura de escribir furiosa, pero
no se está loco debido a esa locura de escribir. Al contrario. La escritura es
lo desconocido. Antes de escribir no sabemos nada de lo que vamos a escribir. Y
con total lucidez. Es lo desconocido de sí, de su cabeza, de su cuerpo.
Escribir no es ni siquiera una reflexión, es una especie de facultad que se
posee junto a su persona, paralelamente a ella, de otra persona que aparece y
avanza, invisible, dotada de pensamiento, de cólera, y que a veces, por propio
quehacer, está en peligro de perder la vida. Si se supiera algo de lo que se va
a escribir, antes de hacerlo, antes de escribir, nunca se escribiría. No
valdría la pena. Escribir es intentar saber qué escribiríamos si escribiésemos
--sólo lo sabemos después-- antes, es la cuestión más peligrosa que podemos
plantearnos. La escritura: la escritura llega como el viento, está desnuda, es
la tinta, es lo escrito, y pasa como nada pasa en la vida, nada, excepto eso,
la vida.
lunes, 30 de marzo de 2015
- Alejandra Pizarnik - Diarios -
Sin saber cómo ni cuando, he aquí que me analizo. Esa
necesidad de abrirse y ver. Presentar con palabras. Las palabras como
conductoras, como bisturíes. Tan sólo con las palabras. ¿Es esto posible? Usar
el lenguaje para que diga lo que impide vivir. Conferir a las palabras la
función principal. Ellas abren, ellas presentan. Lo que no diga será examinado.
El silencio es la piel, el silencio cubre y cobija la enfermedad. Palabras
filosas (pero no son palabras sino frases y tampoco frases sino discursos).
Imposibilidad de fraguar símbolos. De allí la imposibilidad de escribir obras
de ficción.
jueves, 26 de marzo de 2015
- Marina Abramovic -
Performance is a transition of consciousness, from that
ordinary human being to an extraordinary one. Performance is time-based art.
And it's real --a knife is a real knife and blood is real blood. Art is not
about matching a painting with your carpet at home: it should be disturbing,
questioning, bring up your fears. Once you are there, looking at me, in the
middle of a room with people all around the room, being watched, filmed and
photographed, you have no other place to go but inside yourself. That's when
you feel present. I'm a female, but I'm not a female artist. I'm an artist. Art
has no gender. The only division possible for art is: good art and bad art. Spirituality
is different from art. But you need spiritual consciousness to make a good
work.
- Julio Cortázar -
La vida, como un comentario de otra cosa que no alcanzamos,
y que está ahí al alcance del salto que no damos. La vida, un ballet sobre un
tema histórico, una historia sobre un hecho vivido, un hecho vivido sobre un
hecho real. La vida, fotografía del número, posesión en las tinieblas (¿mujer,
monstruo?), la vida, proxeneta de la muerte, espléndida baraja, tarot de claves
olvidadas que unas manos gotosas rebajan a un triste solitario.
lunes, 16 de marzo de 2015
- René Daumal - Hechos Memorables -
Acuérdate de tu madre y de tu padre, y de tu primera mentira
cuyo indiscreto olor se arrastra por tu memoria. Acuérdate de tu primer insulto
a los que te engendraron: la semilla del orgullo quedó sembrada, resplandeció
la fisura quebrando la unidad de la noche. Acuérdate de los anocheceres de
terror en los que el pensamiento de la nada te arañaba el vientre, y volvía sin
cesar para picotearte como un buitre; acuérdate también de las mañanas de sol
en el cuarto. Acuérdate de la noche de liberación en la que, al caer tu cuerpo
suelto como un velamen, respiraste un poco del aire incorruptible; acuérdate
también de los animales pegajosos que te han vuelto a aprisionar. Acuérdate de
las magias, de los venenos y de los sueños tenaces --querías ver, te tapabas
ambos ojos para ver, pero no sabías abrir el otro. Acuérdate de tus cómplices y
de los fraudes en común y de ese gran deseo de salir de la jaula. Acuérdate del
día en que desgarraste la tela y te apresaron vivo, inmovilizado ahí mismo en
la batahola de bataholas de las ruedas que giran sin girar, contigo adentro,
apresado siempre por el mismo instante inmóvil, repetido, repetido, y el tiempo
no daba sino una vuelta, todo giraba en tres sentidos innumerables, el tiempo
se cerraba al revés (y los ojos de carne sólo veían un sueño, sólo existía el
silencio devorador, las palabras eran pieles secas, y el ruido, el sí, el
ruido, el no, el alarido visible y negro de la máquina te negaba), el grito
silencioso "Yo soy" que el hueso oye, por el cual muere la piedra,
por el cual cree morir lo que nunca fue. Y tú no renacías a cada instante sino
para ser negado por el gran círculo sin límites, todo pureza, todo centro, todo
pureza salvo tú mismo. Y acuérdate de los días que siguieron, cuando marchabas
como un cadáver hechizado, con la certidumbre de ser devorado por el infinito,
de ser aniquilado por la existencia única de lo Absurdo. Y acuérdate sobre todo
del día en que querías arrojarlo todo, de cualquier modo. Pero un guardián
vigilaba en tu noche, vigilaba mientras dormías, te hizo tocar tu propia carne,
te hizo recordar a los tuyos, te hizo recoger tus andrajos. Acuérdate de tu
guardián. Acuérdate del hermoso espejismo de los conceptos, y de las palabras
conmovedoras, palacio de espejos construido en un sótano. Y acuérdate del
hombre que vino y lo rompió todo, te tomó con su tosca mano, te arrancó de tus
sueños y te obligó a sentarte sobre las espinas del pleno día. Y acuérdate de
que no sabes recordar. Acuérdate de que todo se paga, acuérdate de tu
felicidad, pero cuando te trituraron el corazón, era ya demasiado tarde para
pagar por adelantado. Acuérdate del amigo que te tendía su razón para recoger
tus lágrimas brotadas de la fuente helada que violaba el sol de primavera.
Acuérdate de que el amor triunfó cuando ella y tú supieron someterse a su fuego
ansioso, rogando morir en la misma llama. Pero acuérdate de que el amor no es
de nadie, de que en tu corazón de carne no hay nadie, de que el sol no
pertenece a nadie, ruborízate al contemplar el cenegal de tu corazón. Acuérdate
de las mañanas en que la gracia era como una vara amenazadora que te conducía,
sumiso, a través de tus jornadas, ¡bienaventurado el ganado bajo el yugo! Y
acuérdate de que entre sus dedos entumecidos tu pobre memoria dejó escapar el
pez de oro. Acuérdate de los que te dicen: acuérdate. Acuérdate de la voz que
te decía: no caigas. Y acuérdate del placer equívoco de la caída. Acuérdate,
pobre memoria mía, de las dos caras de la medalla. Y de su metal único.
lunes, 26 de enero de 2015
- Marguerite Duras - Escribir -
Hallarse en un agujero, en el fondo de un agujero, en una soledad casi
total y descubrir que sólo la escritura te salvará. No tener ningún argumento
para el libro, ninguna idea de libro es encontrarse, volver a encontrarse,
delante de un libro. Una inmensidad vacía. Un libro posible. Delante de nada.
Delante de algo así como una escritura viva y desnuda, como terrible, terrible
de superar. Creo que la persona que escribe no tiene idea respecto al libro,
que tiene las manos vacías, la cabeza vacía, y que, de esa aventura del libro,
sólo conoce la escritura seca y desnuda, sin futuro, sin eco, lejana, con sus
reglas de oro, elementales: la ortografía, el sentido.
jueves, 15 de enero de 2015
- Marina Abramovic - Manifesto -
Un artista no debe mentirse a sí mismo ni a otros.
Un artista no debe robar ideas de otros artistas.
Un artista no debe comprometerse con el mercado del arte.
Un artista no debe matar a otros seres humanos.
Un artista no debe hacer de sí mismo un ídolo.
Un artista no debe hacer de sí mismo un ídolo.
Un artista no debe hacer de sí mismo un ídolo.
2. La relación del artista con su vida amorosa
Un artista debe evitar enamorarse de otro artista.
Un artista debe evitar enamorarse de otro artista.
Un artista debe evitar enamorarse de otro artista.
3. La relación del artista con lo erótico
Un artista debe desarrollar un punto de vista erótico del mundo.
Un artista debe ser erótico.
Un artista debe ser erótico.
Un artista debe ser erótico.
4. La relación del artista con el dolor
Un artista debe sufrir.
Del sufrimiento viene el mejor trabajo.
El sufrimiento trae transformación.
Del sufrimiento viene el mejor trabajo.
El sufrimiento trae transformación.
A través del sufrimiento un artista transciende su espíritu.
A través del sufrimiento un artista transciende su espíritu.
A través del sufrimiento un artista transciende su espíritu.
5. La relación del artista con la depresión
Un artista no debe estar deprimido.
La depresión es una enfermedad y debe curarse.
La depresión no es productiva para un artista.
La depresión no es productiva para un artista.
6. La relación del artista con el suicidio
El suicidio es un crimen contra la vida.
Un artista no debe cometer suicidio.
Un artista no debe cometer suicidio.
Un artista no debe cometer suicidio.
7. La relación del artista con la inspiración
Un artista debe buscar en lo profundo de sí mismo para encontrar la inspiración.
Cuanto más profundo busque dentro de sí mismo, más universal se vuelve.
El artista es el universo.
El artista es el universo.
El artista es el universo.
8. La relación del artista con el autocontrol
Un artista no debe tener autocontrol sobre su vida.
Un artista debe tener total autocontrol sobre su trabajo.
Un artista no debe tener autocontrol sobre su vida.
Un artista debe tener total autocontrol sobre su trabajo.
9. La relación del artista con la transparencia
El artista debe dar y recibir al mismo tiempo.
Transparencia significa receptivo.
Transparencia significa dar.
Transparencia significa recibir.
Transparencia significa receptivo.
Transparencia significa dar.
Transparencia significa recibir.
10. La relación del artista con los símbolos
El artista crea sus propios símbolos.
Los símbolos son el lenguaje del arte.
El lenguaje debe traducirse.
Algunas veces es difícil encontrar la clave.
Algunas veces es difícil encontrar la clave.
Algunas veces es difícil encontrar la clave.
11. La relación del artista con el silencio
Un artista debe entender el silencio.
Debe crear el espacio para que el silencio entre en su obra.
El silencio es una isla en medio de un turbulento océano.
El silencio es una isla en medio de un turbulento océano.
12. La relación del artista con la soledad
Un artista debe conseguir tiempo para tener largos períodos de soledad.
La soledad es extremadamente importante.
Lejos de casa.
Lejos del estudio.
Lejos de la familia.
Lejos de los amigos.
El artista debe pasar largos períodos de tiempo en las cascadas.
El artista debe pasar largos períodos de tiempo explotando volcanes.
El artista debe pasar largos períodos de tiempo mirando los ríos que corren rápido.
El artista debe pasar largos períodos de tiempo mirando el punto del horizonte donde se encuentran el océano y el cielo.
El artista debe pasar largos periodos de tiempo mirando las estrellas y el cielo nocturno.
13. La conducta del artista en relación con su trabajo
Un artista debe evitar ir al estudio cada día.
Un artista no debe tratar su horario de trabajo como el empleado de un banco.
Un artista debe explorar la vida y la obra cuando una idea viene de un sueño o durante el día como una visión y llega como una sorpresa.
Un artista no debe repetirse a sí mismo.
Un artista no debe sobreproducir.
Un artista debe evitar la propia contaminación de su arte.
Un artista debe evitar la propia contaminación de su arte.
Un artista debe evitar la propia contaminación de su arte.
14. Las posesiones del artista
Los monjes budistas aconsejan que es mejor tener 9 posesiones en la vida.
Una muda para el verano.
Una muda para el invierno.
Un par de zapatos.
Un cuenco para pedir comida.
Una mosquitera.
Un libro de oraciones.
Una sombrilla.
Una estera para dormir.
Unas gafas si las necesita.
Un artista debe decidir las posesiones personales mínimas que debe poseer.
Debe tener más y más de menos y menos.
Debe tener más y más de menos y menos.
Debe tener más y más de menos y menos.
15. Lista de amigos del artista
El artista debe tener amigos que eleven su espíritu.
El artista debe tener amigos que eleven su espíritu.
El artista debe tener amigos que eleven su espíritu.
16. Lista de enemigos del artista
Los enemigos son muy importantes.
El Dalai-Lama dice que es fácil tener compasión con los amigos pero es mas difícil tener compasión con los enemigos.
Un artista tiene que aprender a perdonar.
Un artista tiene que aprender a perdonar.
Un artista tiene que aprender a perdonar.
17. Distintos escenarios de muerte
El artista debe ser consciente de su propia mortalidad.
Para el artista, no sólo es importante cómo vive sino también cómo muere.
El artista debe buscar en su obra los símbolos de los distintos escenarios de muerte.
El artista debe morir conscientemente sin miedo.
18. Distintos escenarios de funeral
El artista debe dar instrucciones sobre su funeral para que todo se haga como él quiere.
El funeral es la última obra de arte antes de irse.
El funeral es la última obra de arte antes de irse.
El funeral es la última obra de arte antes de irse.
miércoles, 14 de enero de 2015
- Susan Sontag -
Escribir
un diario. Es superficial entender el diario íntimo apenas como receptáculo de
los pensamientos privados, secretos, algo así como un confidente sordo, mudo y
analfabeto. Escribiendo el diario no solamente me expreso más abiertamente que
con cualquier persona, sino que me creo a mí misma. El diario es un vehículo
para mi sentido de personalidad. El me presenta como alguien emocional y
espiritualmente independiente. Por lo tanto no se limita a registrar mi vida
cotidiana, mi vida real. Me ofrece, en cambio —en muchos casos— una alternativa
a esa vida.
jueves, 8 de enero de 2015
- Michel Foucault - El Bello Peligro -
Uno siempre escribe, en el fondo, no sólo para escribir el
último libro de su obra sino, de una manera muy delirante –y ese delirio,
creo, está presente en el gesto más mínimo de la escritura–, para escribir el
último libro del mundo. A decir verdad, lo que uno está escribiendo en el
momento en que lo escribe, la última frase de la obra que uno culmina, es también
la última frase del mundo, de manera que después no haya más nada que decir.
Hay una voluntad paroxística de agotar el lenguaje en la menor frase. Esto sin
duda está ligado al desequilibrio existente entre el discurso y la lengua. La
lengua es aquello con lo cual se puede construer una cantidad absolutamente
infinita de frases y de enunciados. El discurso, por el contrario, por largo,
por difuso que sea, por flexible, por atmosférico, por protoplasmático, por
suspendido a su porvenir que uno pueda imaginarlo, siempre es finito, siempre
limitado. Jamás se llegará al fondo de la lengua con un discurso, por largo que
se lo pueda imaginar. Esta inagotabilidad de la lengua que siempre mantiene al
discurso en suspenso sobre un porvenir que jamás concluirá es realmente otra
manera de experimentar la obligación de escribir. Uno escribe para llegar al
fondo de la lengua, para llegar por consiguiente al fondo de todo lenguaje
posible, para cerrar por fin mediante la plenitude del discurso la infinidad
vacía de la lengua. Y támbién esto donde se verá que escribir es muy diferente
de hablar. También se escribe para dejar de tener una cara, para ocultarse uno
mismo bajo su propia escritura. Se escribe para que la vida que se tiene
alrededor, al lado, afuera, lejos de la hoja de papel, esa vida que no es
divertida sino aburrida y llena de preocupaciones, que está expuesta a los
otros, se absorba en ese pequeño rectángulo de papel que se tiene bajo los ojos
y del que uno es dueño. Escribir, en el fondo, es tratar de hacer que se
deslice, por los canales misteriosos de la pluma y la escritura, toda la
sustancia, no sólo de la existencia, sino del cuerpo, en esas huellas minúscula
que se depositan sobre el papel. No ser más , en cuanto a vida, que ese
garabato a la vez muerto y charlatán que uno depositó en la hoja blanca, es en
eso que se sueña cuando se escribe. Pero uno jamás llega a esa fusión del
bullicio de la vida en el bullicio inmóvil de las letras. La vida siempre
vuelve a empezar fuera del papel, siempre prolifera, continua, nunca llega a
fijarse en ese pequeño rectángulo, nunca el pesado volumen del cuerpo llega a
desplegarse en la superficie del papel, nunca se pasa a ese universo de dos
dimensiones, a esa línea pura del discurso, nunca se llega a hacerse lo bastante
delgado y lo bastante sutil para no ser otra cosa que la linealidad de un
texto, y sin embargo es a eso a lo que uno querría llegar. Entonces no se deja
de intentar, de reunicia, de confiscarse a uno mismo, de deslizarse en el
embudo de la pluma y de la escritura, tarea infinita, tarea a la que uno está
consagrado. Uno se sentiría justificado si no existiera más que en ese
minúsculo estremecimiento, esa ínfima rascadura que se fija y que es, entra la
punta del portaplumas y la superficie blanca de la hoja, el punto, el sitio
frágil, el momento inmediatamentedesaparecidodonde se inscribe una marca
finalmente fijada, definitivamente establecida, legible solamente por los otros
y que ha perdido toda posibilidad de tener conciencia de ella misma. Esa especie
de suspensión, de mortificación de sí en el pasaje a los signos, es carácter de
obligación. Obligación sin placer, pero después de todo, cuando escapar a una
obligación lo entrega a la angustia, cuando infringer la ley lo deja en la
mayor inquietude, en el mayor desasosiego, ¿acaso la obligación a esta ley no
es la mayor forma de placer? Obedecer a esa obligación de la que no se sabe ni
de dónde viene ni cómo se impuso a usted, obedecer a esa ley, sin duda
narcisista, que le pesa y lo domina por todos lados, creo que es el placer de
escribir.
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