El poema es mi antídoto. Toma mi cuerpo y me grita en las entrañas. Hechiza los ojos, la boca, los sueños. Las palabras me amarran con sus cuchillos de miedo, conjurando el silencio en sonidos voraces. Subiré las vocales del sentido. Cantaré las heridas de la noche. Los ángeles del deseo recortan mi garganta para tejer su estrategia azul de sintaxis ausente. Traidora del verbo, desvisto las palabras y mueren en mis manos y resucitan su silencio. Todos los poemas inauguran mi existencia. Todos los poemas cicatrizan mi piel.
V.
V.
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