Es nuestro único bien y nuestra única maldición. Vivimos. Cada uno de nosotros tiene su vida particular, única, marcada por todo el pasado sobre el que no tenemos ningún poder y que a su vez nos marca, por poco que sea, todo el porvenir. Nuestra vida. Una vida que sólo a nosotros nos pertenece, que no viviremos más que una vez y que no estamos seguros de comprender del todo. Y lo que digo aquí sobre vida entera, podría decirse en cada momento de ella. Los demás ven nuestra presencia, nuestros ademanes, nuestra forma de formar las palabras con los labios: sólo nosotros podemos ver nuestra vida. Es extraño: la vemos, nos sorprende que sea como es y no podemos hacer nada para cambiarla. Incluso cuando la estamos juzgando estamos perteneciéndole; nuestra aprobación o nuestra censura forman parte de ella; siempre es ella la que se refleja en ella misma. Porque no hay nada más: el mundo sólo existe, para cada uno de nosotros, en la medida en que confine a nuestra vida. Los elementos que la componen son inseparables: sé muy bien que los instintos que nos enorgullecen y aquellos que no queremos confesar tienen, en el fondo, un origen común. No podríamos suprimir ni uno de ellos sin modificar todos los demás. Las palabras sirven a tanta gente, que ya no le conviene a nadie; ¿como podría un término científico explicar mi vida? Ni siquiera explica lo que es un acto; lo nombra y lo hace siempre igual; sin embargo, no hay dos hechos idénticos en vidas diferentes, ni quizás a lo largo de una misma vida. Después de todo, los hechos son sencillos; es fácil contarlos; puede que ya los sospeches. Pero aunque lo supiera todo, aún me quedaría explicarme a mí mismo.
Every phrase and every sentence is an end and a beginning.
Every poem an epitaph.
/ T.S.Eliot /
miércoles, 17 de noviembre de 2010
- Marguerite Yourcenar - Alexis -
Es nuestro único bien y nuestra única maldición. Vivimos. Cada uno de nosotros tiene su vida particular, única, marcada por todo el pasado sobre el que no tenemos ningún poder y que a su vez nos marca, por poco que sea, todo el porvenir. Nuestra vida. Una vida que sólo a nosotros nos pertenece, que no viviremos más que una vez y que no estamos seguros de comprender del todo. Y lo que digo aquí sobre vida entera, podría decirse en cada momento de ella. Los demás ven nuestra presencia, nuestros ademanes, nuestra forma de formar las palabras con los labios: sólo nosotros podemos ver nuestra vida. Es extraño: la vemos, nos sorprende que sea como es y no podemos hacer nada para cambiarla. Incluso cuando la estamos juzgando estamos perteneciéndole; nuestra aprobación o nuestra censura forman parte de ella; siempre es ella la que se refleja en ella misma. Porque no hay nada más: el mundo sólo existe, para cada uno de nosotros, en la medida en que confine a nuestra vida. Los elementos que la componen son inseparables: sé muy bien que los instintos que nos enorgullecen y aquellos que no queremos confesar tienen, en el fondo, un origen común. No podríamos suprimir ni uno de ellos sin modificar todos los demás. Las palabras sirven a tanta gente, que ya no le conviene a nadie; ¿como podría un término científico explicar mi vida? Ni siquiera explica lo que es un acto; lo nombra y lo hace siempre igual; sin embargo, no hay dos hechos idénticos en vidas diferentes, ni quizás a lo largo de una misma vida. Después de todo, los hechos son sencillos; es fácil contarlos; puede que ya los sospeches. Pero aunque lo supiera todo, aún me quedaría explicarme a mí mismo.
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2 comentarios:
Un texto increíblemente puro, y a la vez en esa línea siempre implacable de Marguerite. Leerla es debatirse entre el respeto y la curiosidad.
Me gusta la tranquilidad de tu espacio y la calidad de los textos que compartes...
Un abrazo,
A.
Definitivamente, un texto maravilloso de la gran Marguerite Yourcenar. Puro lirismo. Pura tragedia.
Mil gracias por visitar My Pagan Poetry y por tus hermosas palabras.
Cariños. V.
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